El Dépor no era rival para el Barcelona, pero de ahí al esperpento que tuvieron que padecer esta noche sus aficionados, hay un trecho. Un equipo blaugrana magullado y con necesidad de autoafirmación se dio un festín ante la desconexión coruñesa en una segunda parte que pasará a formar parte de la lista de bochornos blanquiazules. El Dépor acaricia la salvación, pero tiene un problema. Debe volver a ser un equipo y recuperar el idilio con una grada que empieza a estar más que harta.

Víctor repasó la lección de la primera vuelta. Fórmula Camp Nou, pero con algunos matices. Mucho juego directo, repliegue, tres futbolistas arriba y presión tras el saque de puerta blaugrana. El Dépor pretendía cortocircuitar a un Barcelona depresivo y ofuscado en el último mes. Y en gran parte lo consiguió en los primeros minutos. Con quien no pudo fue con el colegiado, De Burgos Bengoetxea.

Luis Suárez, un futbolista al que últimamente se le permiten cualquier tipo de contacto y de mano suelta, se deshizo de Sidnei con un empujón. Una acción ilegal que le permitió rematar con el pie en el área pequeña. Una alfombra roja para un conjunto con dudas como el Barcelona. Ya eran historia todas las inseguridades que pretendía explorar y explotar el equipo coruñés. Aun así, el Dépor no se rindió. Riazor asistió a los mejores minutos de los suyos. Fue un equipo desatado al que no le importó ir al intercambio de golpes. Y estuvo a punto de golpear y meterse en el duelo. En esa doble ocasión de Cani y Borges al limbo se fueron la pelota y el partido.

Cinco minutos más de vida y Messi terminó de decantar el partido con una genialidad. Una aparición en la frontal del área y una pared habilitaron a Luis Suárez. Tampoco falló. 0-2. El Dépor estaba tocado y prácticamente hundido. Solo animaba el recuerdo de los dos últimos empates después de ir dos goles abajo. Hoy ni eso. Los blanquiazules tuvieron algunos minutos más de desbocamiento hasta que el equipo blaugrana mesió el duelo. Tocaba y tocaba hasta encontrar el punto débil blanquiazul. Una mala basculación estuvo a punto de regalarle a Suárez el tercero. Tendría que esperar al segundo acto para hincharse.

Buenas hechuras en el primer acto, jirones en el segundo. El duelo duró un minuto y la vergüenza perdurará en el tiempo. El Dépor fue al intercambio y se dejó ir después del tercero de Rakitic. Si muchas veces al Barcelona se le acusó de levantar el pie del acelerador ante los coruñeses, hoy no lo hizo. Necesitaba ganar y demostrar que es el campeón de Europa. No era matemática, era una cuestión de autoestima.

Así fueron cayendo los tantos. Riazor fue indulgente con sus hombres, pero se cebó con Manu. Fue un blanco fácil. No tuvo la culpa. El asturiano ha cometido errores en otras ocasiones, no esta noche. Todos los goles fueron a placer. Sus defensores no dieron ni una patada. Pasividad. El tridente blaugrana llegaba muy suelto. La desconexión fue total. Está claro que el Dépor juega en otra Liga cuando el Barcelona está por la labor. Aun así, no se puede permitir dar esta imagen. Y si no puede ir al intercambio debe resguardarse. No lo hizo. Lucas tuvo varias. Hubieran sido motas de polvo en el desierto de este 0-8. Un combate en el que tenía poco que hacer, pero hay golpes que pasan factura durante mucho tiempo. El Dépor debe evitar los daños colaterales, salvarse ya y sanar a un equipo que era una ilusión y que ahora transita de bochorno en bochorno.