Poca oposición y escaso rigor táctico por parte del equipo deportivista en la tarde de ayer lo que provocó la derrota más dolorosa en la historia de la entidad. La más abultada.

Partiendo de un dibujo inicial 1-4-4-2 y una posición defensiva en repliegue intensivo, sorprendió cuánto menos la posición de lateral izquierdo de Juanfran y las de Alex Bergantiños y Celso Borges como interiores. Precisamente este último en los inicios del encuentro tuvo las dos ocasiones más claras para que existiera algo de incertidumbre. Fue un espejismo y aunque hubo alguna alternativa al juego, el tercer gol al inicio del segundo tiempo rompió de forma definitiva al equipo. Los espacios en el juego, son los naturales o los creados. Dejar jugar cómodo y con espacios a un equipo como el Barça es una especie de suicidio colectivo cuando además las ayudas permanentes, los marcajes, las coberturas, las permutas... y todos los mecanismos que recogen los principios defensivos brillan por su ausencia. Pero aún más grave si cabe, es la falta de actitud de buena parte de los futbolistas que olvidan que no juegan sólo para ellos, si no para una afición, un club, una ciudad y una historia que en este caso y con el resultado en la mano, queda con un borrón y un mal recuerdo que perdurará en el tiempo como algo no sólo anecdótico si no duro y doloroso.

Me enseñaron en los Salesianos , que en las redacciones y en los escritos, lo más importante es el principio y el final para sorprender al lector: en esta campaña del Dépor, el principio fue inmaculado; el final... ilegible, borroso e indescifrable.