Punto a punto, paso a paso, tambaleándose. El Dépor vuelve a avanzar hacia la permanencia con un empate en Ipurúa del que poco se puede rescatar. Llega andando a la meta, pero lo hace sin fútbol, sin físico, sin fuerza mental. Solo tuvo a Fede Cartabia y la desconexión de un Eibar que le puso en bandeja el triunfo, el acelerón final por la salvación. No lo pegó. El equipo de los empates nunca es definitivo. Se prolonga la agonía y el sufrimiento. Solo es soportable porque la cinta está ahí, al fondo y, al echar la vista atrás, los rivales se siguen viendo muy lejos .

El Dépor saltó al césped de Ipurúa como quien cataba su primer partido de pretemporada. Se jugaba la vida, no reaccionaba. Enfrentarse a este campo, a pesar de que el Eibar se moviese a medio gas, nunca es cómodo. Áspero, a contracorriente, el ritmo siempre constante y sin descanso de los locales... Todo parece siempre confabularse para vivir una noche de pesadilla. Esta vez, no. Y ni así. Pocas veces se encontrará un rival tan relajado... Pero el Dépor sí le igualó en esa destensión. En el primer saque de esquina empezó a pagar. Varios rechaces y Manu se vio vencido. 1-0. Los coruñeses iban por debajo. El equipo eibarrés ni sudaba, ya ganaba.

El duelo arrancó accidentado porque Juanfran tuvo que suplir a Fernando Navarro en el último segundo. Una gastroenteritis. Su entrada, sumada a la baja de Luisinho, dejó coja la banda izquierda. Tampoco era ese el mayor problema para el Dépor. Fío todas sus opciones ofensivas al juego directo y esa hoja de ruta comenzó a fallar en el momento en el que Oriol Riera no era capaz de ganar ningún balón por arriba. Sin esa virtud y atascado lejos del área, de poco valía el catalán. Poco a poco no le quedó más remedio al equipo blanquiazul que intentarlo. Ahí fue cuando aparecieron las figuras de Fede Cartabia y Lucas Pérez, los únicos a los que se les podía dar un balón con la esperanza de recibir algo mejor a la vuelta. Así pudo marcar Fayçal en una volea cruzada o Riera que no llegó a un caramelo al primer palo.

Todo sin dar dos pases seguidos, sin dominar la media y con su rival acechando tímidamente. Un panorama del que el Dépor pudo salir peor parado. Hasta rozó el esperpento con algún resbalón por una mala elección de los tacos. Inconcebible. El descanso tampoco le sobraba, a lo mejor rescataba alguna idea en la caseta.

El equipo coruñés se vio obligado a irse arriba en el segundo acto. Fue una moneda al aire. Creó ocasiones, pudo marcar pronto, pero el 2-0 también le rondó en muchos momentos. Sin hilvanar jugadas llegaba por empuje, a duras penas, llorando. Sufriendo y sin atisbo de fútbol. Mal colocado. El único consuelo es que Fede Cartabia vestía de blanquiazul.

El argentino es la gran aparición del Dépor en la segunda vuelta. Una luz en una oscuridad infumable. Agarró la pelota y empezó a moverla, a perfilarse, a buscar el empate. Y lo logró. Regate hacia adentro, remate seco y aire para los blanquazules. 1-1. Justo cuando Víctor se había olvidado por enésima vez de los cambios. Otro rescate a un entrenador con el crédito bajo mínimos.

La otra bombona de oxígeno se llama Cani. El técnico recurrió a él tras la igualada. Lo puso en la mediapunta y, en igualdad de condiciones físicas y ante un rival cansado, le sobra fútbol. En torno a él llegaron las mejores jugadas coruñesas en el último tramo. Una fluidez desconocida que no se tradujo en nada tangible. La realidad era que a ninguno de los dos les sobraba el empate. Solo Jota Peleteiro, por aquello del morbo, ponía algún pero a un desenlace cantado. Otro punto. ¿Será el definitivo? Hay que esperar. Como siempre.