A contracorriente, cuando peor se le había puesto. El Dépor releyó letra por letra su historia para por fin lograr una salvación en Vila-Real que tenía que haber llegado hace meses. Varias calculadoras quemó el deportivismo esta semana, muchos rezos dirigió a los cielos en los últimos días y al final lo único que había que hacer era un partido serio ante un equipo que no se jugaba nada. Cayó por su propio peso. 0-2. Los goles de Fayçal y Lucas certificaron el gran objetivo blanquiazul de este ejercicio: el salvaconducto para estar un año más en Primera. El análisis es sencillo, pero durante el duelo se agolparon todas las calamidades de un año gafe, de autodestrucción. Hasta que pitó Estrada Fernández, hoy más que correcto, no llegó el alivio. "Cuánto hemos sufrido, Martín". Más de uno parafraseó con el que tenía a su lado aquella sentencia de Arsenio a Lasarte. Es el momento de respirar y de una celebración serena. Ya tocará mirar al futuro y decidir.

Empezó a rodar el balón en El Madrigal y a los cinco minutos de duelo la duda que flotaba en el ambiente era quién tenía más ganas de que se salvase el Dépor: el Villarreal o el equipo coruñés. Los hombres de Víctor Sánchez del Amo estaban casi tan tensos como agarrotados. Les temblaban las piernas, les podía la presión, apretaban los dientes. Ese circuito que chispeaba contrastaba con un conjunto amarillo totalmente desconectado. Sí, Marcelino decidió rotar, pero el nivel ofrecido por sus pupilos iba más allá de los nombres en liza. Entre el golpe de Liverpool, una temporada agotadora, el frío ambiente de su estadio y que a nadie le apetece pasar a la leyenda negra de ningún rival... Así se explicaba el panorama, aunque esa destensión no significaba que el Dépor fuese un equipo arrollador o que lo dejase finiquitado en quince minutos. Ni mucho menos. Había muchos fantasmas, mucho que rascar.

Hasta el filo de la primera media hora el único argumento blanquiazul fue el pelotazo a Lucas. El balón era material incandescente en sus pies. Lo tenía el Villarreal y lo manoseaba con gusto, pero sin profundidad; no estaba para ello. Y, a pesar de ser inferior y de lo rudimentario de su apuesta, el Dépor tuvo las mejores ocasiones. Dos de Lucas, una de Luis Alberto, Bonera pudo ver la roja... Duelo igualado, con color blanquiazul, Manu hacía su trabajo, Mosquera parecía renacido, los resultados acompañaban. Todo iba sobre ruedas y pronto sería mejor.

El gol de Fayçal desató la locura entre el deportivismo, en el césped, en la grada, en la distancia. Es el momento culmen esta temporada de un futbolista que ha ido de más a menos entre tanto cambio posición. Su remate fue académico, una explosión. El tanto expoleó de manera leve a los amarillos. Escarceos. El deportivismo tenía una media sonrisa, cerraba el puño.

Las tres primeras jugadas del segundo acto parecían mostrar a un Villarreal algo diferente. Territorial. Quería defender lo que era suyo. Fue un espejismo. Pronto puso de nuevo el motor al ralentí y se dejó ir. El Dépor, cada vez más seguro, insistía en su plan. En defensa y en ataque. Un balón perdido, lo que era un rechace de Luis Alberto, lo convirtió en oro Lucas, como lleva haciendo toda la temporada. Corrió con toda el alma tras la pelota, se fue deshaciendo de rivales y le pegó con todo su corazón de deportivista. Rompió la red. 0-2. Media salvación. Fue su décimoseptimo gol, la mejor campaña realizadora de un coruñés en Primera División. Ni Amancio ni Luis Suárez ni nadie. Pocas formas mejores de certificar una temporada para el Dépor que, en casi todo momento, empezó y acabó en él.

Como ocurrió con el primer tanto y tras el descanso, el equipo castellonense pareció sentirse herido en su orgullo. El resto de campos reforzaban la salvación coruñesa, hasta le valía con una derrota. Aun así el miedo siempre está ahí y más después de ver a Denis Suárez y Bakambu a punto de saltar al terreno de juego. Paradójicamente, en ese nomento llegaron los mejores minutos, los más serios defensivamente del Dépor en mucho tiempo. Primera vez en más de una vuelta que deja la portería a cero. Sidnei y, sobre todo, Arribas se multiplicaban, Laure cerraba su banda, incluso Manu tapaba los agujeros. Todo aderezado con la justita motivación del Villarreal. Hoy tocaba que el Dépor se salvase, que A Coruña y todo el deportivismo respirase. Ya era hora.