Sin alma. Ni siquiera la visita del Real Madrid, con toda la leyenda que le acompaña en A Coruña, ni la posibilidad de fastidiarle una Liga reactivó al Dépor, a todo lo que le rodea. Aguantó pocos minutos, cayó a la primera y solo un poco de Cristiano y Bale bastó para sacarle del cuerpo a cuerpo. Y cuando los blancos se disponían a entregar la cuchara, nadie fue capaz de recogerla. Nada. En el medio del intercambio a medio gas brilló un Pletikosa que ha limpiado las dudas en torno a él y le ha pasado la patata caliente a Víctor Sánchez del Amo. Se retira dignamente.

La primera parte fue una especie de mírame-y-no-me-toques. A pesar de ese pseudopacto de no agresión por el cual el Madrid no pisaba el acelerador y el Dépor se conformaba con el repliegue, Bale encontró un resquicio por la banda de Manuel Pablo. Lo rompió y, tras un remate en semifallo de Benzema, el balón llegó franco a los pies de Cristiano. 0-1. Los blancos son infinitamente superiores y si encima les sonríe la suerte.... El destino estaba echado, la única diferencia es que el desenlace llegó antes de lo planeado. En ese momento el Real Madrid era campeón de Liga. Pero algo le decía en su interior que el Granada acabaría cayendo por su propio peso ante el Barcelona. Quince minutos tuvo la Copa en sus manos. El Dépor, de espectador en su casa. Sin molestar.

En ese tiempo el equipo coruñés se centró en la mitad de su trabajo. Parecía apañarse para contener al Madrid, pero la pelota le estorbaba y esa incapacidad, sumada a dos destellos de las estrellas blancas, fue el mínimo que bastó para condenarle en ese primer acto. Y, además, cuando tenía el balón, no hacía ningún daño por la banda izquierda. Inofensivo. Fernando Navarro, que tiró mal la línea del fuera de juego en más de una ocasión, no fue capaz de romper en ataque. Luis Alberto tampoco estaba rápido tomando decisiones, a pesar de recibir en más de una ocasión en ventaja. Todo lo contrario ocurría con Fede. Las pocas veces que pudo encarar hizo daño. Casi bate a Navas. Hubiera sido un justo premio para el mejor jugador del Dépor en la segunda vuelta, junto a Lucas. El que no se ha escondido en los malos momentos.

Así cayó el segundo gol en uno de los habituales agujeros blanquiazules, el balón parado. Ante el Madrid se hizo aún más grande. La defensa se quejó de una falta de Bale a Arribas, pero Cristiano no tuvo ni que saltar para imponerse en la pugna con Mosquera. El partido ya estaba roto y la Liga también. Ganaba el Barça y el conjunto de Chamartín ya se dejaba ir. Solo aguantó el tiempo que duró la mecha de Cristiano. Mandó una más al palo y en otro balón que peleó Casemiro se plantó ante Pletikosa. Se hizo grande el croata, al igual que en el segundo acto ante James y Marcelo en dos ocasiones. ¿Por qué no ha jugado? Estaría bien explicarlo, aunque fuese en un comunicado.

El descanso y el hecho de que el Barcelona sentenciase en Los Cármenes le sacó la cadena al duelo. Para bien y para mal. Ronaldo se quedó en la caseta, el Dépor subió sus líneas, animado por la pachanga, y el Madrid se desconectó, pero no rehuyó el juego. Panorama plácido. Las ocasiones empezaron a sucederse en las dos áreas. Lucas, Sidnei... hasta Manuel Pablo pudo marcar.

No hubo fiesta, sí tranquilidad. Excesiva. Bajó el telón de la Liga en Riazor con el sonrojo de una segunda vuelta que debe explicarse más allá de la toxicidad de Luisinho. Aun así, existía la posibilidad de maquillarla ante el finalista de la Champions. Y ni así se le vio al Dépor con ganas de meter la pierna, ni el gol de la honra logró. Digno remate a una temporada sobre la que hay que reflexionar, a todos los niveles. La última semana, altamente destructiva, fue redondeada con un Riazor que se rindió a un Pletikosa que acabó siendo manteado. Un partido le ha servido para ganarse el cariño mientras Manuel Pablo, que se resiste a aclarar su futuro, se marchaba furtivamente. Seguro que no hubo intencionalidad, pero es todo raro, muy raro. Como muchas cosas en este Dépor.