"Ser del Dépor lo llevo muy dentro". En el esquema vital de Jesús García del Río nunca ha entrado desligarse ni un centímetro de esa pasión que vive desde, al menos, 1941. Es su equipo, es parte de él. El 1 de octubre de aquel año, en plena posguerra y con el Dépor estrenándose en Primera, Fefé decidió hacerse abonado, al igual que Jaime Presas Carbajo y José Pereira Revuelta. Este trío ha pisado 2016 con siete décadas y media de una unión inquebrantable que será reconocida este jueves con la insignia de oro y brillantes del club. Año a año, carné a carné. En las buenas, en las malas y en las regulares. Los tres primeros socios del Dépor, los últimos que firmaron ese contrato de por vida cuando aún se jugaba en el terreno de juego de Las Esclavas. Son la quinta del Parque de Riazor.

"Las gradas del campo viejo eran de madera. Tocábamos con la mano a Acuña y Pedrito". Jaime Presas, socio número uno del Deportivo tras el fallecimiento en diciembre de 2015 de Pedro de Carricarte, parece que aún estira el brazo para reproducir ese gesto que hacía de adolescente. Con 14 años formalizó lo que para él ya era una pasión arraigada. "Antes, con diez, mi padre me llevaba de la mano a ver al equipo. No había ni tornos ni nada. Yo pasaba junto a él a Preferencia, luego ya me fui a la grada de Niños". La ilusión de aquel pequeño ha resistido el transcurso del tiempo y, de paso, ha alimentado su vida con los avatares de un equipo al que se siente muy unido. "Jamás, jamás en la vida pensé en no renovarlo", enfatiza. "Mi hijo ya debe tener el 1.000, es un orgullo".

"Ay, mi Deportivo". Este sentimiento es compartido también por José Pereira, el socio número tres. Él, que fue directivo en la etapa en la que su cuñado Antonio González presidía el club (1965-1973), suspira y lanza al aire esta frase al compartir sus recuerdos. "Claro que es parte de mí", reafirma tras recordarse de niño en el Parque de Riazor dando los primeros pasos de una fidelidad que ha acompañado a la entidad en casi tres cuartas partes de su existencia. Ahora ya no puede ir al campo, pero no falta a su cita con el Deportivo temporada a temporada.

Los que sí acuden puntualmente a Riazor son Jaime Presas y Fefé del Río, el número dos en esta lista blanquiazul tan exclusiva. Por separado asistieron a la doble inauguración de Riazor en 1944 ante el Valencia y en 1945 frente a Portugal. "Hubo una semana grande en A Coruña. Después de aquel partido y con el estadio nuevo muchísima gente se hizo socia", recuerda Fefé. Desde 1982 viven el fútbol mano a mano. Son vecinos de asiento en Tribuna Inferior, muy cerca del túnel de salida de vestuarios. "Nos conocemos de toda la vida. Y desde el Mundial viene con mis amigos", cuenta mientras escenifica los reproches de cada partido en una rutina de 35 años. "Se meten conmigo porque dicen que llego tarde", ríe. "Me gusta estar allí arriba y hablar con todo el mundo, es lo bueno de ir a la grada. Y cuando el equipo está a punto de salir, ya bajo a mi lugar y me siento. Pero Jaime también tiene lo suyo. Dos o tres minutos antes de acabar siempre se levanta para irse. Es tremendo, también nos quejamos", se explica y apunta. "Es verdad, me espera mi hijo. Es que es un lío para salir del estadio. Lo pasamos muy bien cuando estamos allí. Más de una vez me invitaron al palco y lo agradezco muchísimo, pero como en la grada, en mi asiento, no se está en ninguna parte", recoge y responde un Jaime Presas, al que solo los horarios del fútbol moderno le alejan de su cita cada quince días. "Es que los partidos a las diez de la noche...", lamenta de manera sentida.

Hace 75 años no tenían ninguno de esos problemas. Sus primeros duelos, ya como socios, coincidieron con el estreno en Primera, justo después de subir en Vallecas. "Me acuerdo de estar escuchando por la radio la retransmisión del partido del ascenso ante el Murcia (4 de mayo de 1941). Lo ponían en unos altavoces en los soportales de María Pita", relata Fefé del Río, entonces un niño de ocho años. En el mes de octubre ya estaba el Dépor en la élite y ellos en la grada, como socios. Lo han vivido todo. Lo bueno y lo malo. Dan testimonio de gran parte de la historia blanquiazul.

José Pereira recuerda "la pausa" del fútbol de Chacho y no puede evitar pararse en tres nombres de su época de juventud. "Acuña era un crack y Amancio un fenómeno. Y Moll... ¡Qué gran jugador!".

Fefé del Río, que jugó en el Fabril y fue entrenado en su juventud por Chacho, Hilario o Elícegui, siente debilidad por Luis Suárez, al que vio nacer como futbolista, ya que ambos fueron seleccionados en las Escuelas Scopelli (1949). "Le tengo cariño, no lo puedo evitar", confiesa. "Esa época la tengo muy presente porque compartía con los jugadores, más que la de los setenta. Son muchos años. No hay para mí un recuerdo más emocionado que el del gol de Vicente y no hay mejor época que la de Lendoiro. De la última etapa quien siempre me llamó la atención fue Djalminha, parecía que jugaba de broma", relata Del Río, a sus 83 años, mientras muestra orgulloso su primer carné y recuerda cómo se recogían del mar de la playa de Riazor los balones que salían disparados del viejo estadio. Deportivismo con solera.

Jaime Presas, que llegó a tener a Scopelli como cliente en su camisería de la calle Real, comparte el entusiasmo por Amancio. "Era fabuloso". Ya, al hablar de los grandes interiores coruñeses, toma un camino diferente: "Prefería a Chacho por encima de Luis Suárez". Su memoria no se detiene cuando empiezan a brotar los recuerdos de tantos años. No olvida lo frustrante que podía ser Juan Acuña cuando tenía una de sus grandes tardes, incluso para mitos como Kubala, y se maravilla evocando al Zubieta que vio con San Lorenzo ante el Dépor en 1947 en aquel amistoso que marcó una época. Botana, Paquirri, Cholas, Latorre, Pahíño? 75 años en los que no se perdió detalle.

Fefé del Río y Jaime Presas no se pueden sentir más cercanos al Dépor, pero quien más lo ha vivido por dentro es José Pereira. Directivo en los ocho años de presidencia de Antonio González, se encargó en multitud de ocasiones de ser el jefe de expedición en el equipo ascensor. Conserva como oro en paño una placa que le regalaron los jugadores de la plantilla de la 1970-71, la del ascenso con el gol de Beci. Presume de su buena relación con todos ellos. "Fui por Sevilla, por Murcia, por muchos sitios. Los futbolistas me apreciaban por el trato y porque era desprendido cuando íbamos a comer. De todos, con el que mejor me llevaba era con Loureda. Tengo muy buen recuerdo de mi etapa en el club. Compramos el piso de la plaza de Pontevedra. Mi cuñado trabajaba en mi empresa (Pereira) y yo le ayudaba en el Dépor. Para mí fue una época estupenda, había mucha afición por el fútbol en A Coruña".

Han pasado más de cuatro décadas desde que dejó la moqueta de la sede del club o de un palco. Lo que no cambia desde entonces ni desde 1941 es que Jaime Presas Carbajo, Jesús García del Río y José Pereira Revuelta siempre han estado ahí para su club. 225 años de deportivismo. "No lo dejaría por nada del mundo", concluye Fefé. No entenderían la vida de otra manera.