Realmente yo no conocía a Manuel Pablo cuando me incorporé al Deportivo procedente del Celta. Él jugaba en Segunda División, pero ya tenía muy buena información de Iñaki Sáez. Me dijo que era un chaval fantástico, un trabajador incansable que tenía muchísimas condiciones para triunfar. Cuando llegó, fue demostrando esas cualidades. A mí personalmente me reafirmaron en el acierto de su fichaje. Entonces en el club estaba Armando, con el que yo ya había coincidido, y que jugaba en la misma posición. Al final, como consecuencia del trabajo y de su progresión, se hizo con una merecida titularidad.

Hubiera ido al Mundial de 2002 y estoy completamente seguro que hubiera triunfado, pero la mala suerte le hizo perder un tiempo que fue recuperando poco a poco con la constancia y la fe en el trabajo.

Por encima de todo quedará su calidad humana y su influencia en el vestuario. Manuel Pablo ha sido muy buen compañero y futbolísticamente era un marcador fenomenal. Era muy difícil que un extremo se le terminase marchando porque enseguida se giraba y recuperaba la posición. Atacando también destacaba. Ya si encima era un excelente compañero, no se podía pedir más.

Con él se cierra una etapa, la del Deportivo más brillante. Sobre otros jugadores deberá construirse ahora el futuro, pero con el ejemplo de Manuel Pablo. Si quiere, puede ser un buen entrenador, porque su constancia le ayudaría. En el fútbol, y también en la faceta de entrenador, ser constante y no bajar los brazos es una virtud imprescindible. En un futuro probablemente le veamos brillando también en el banquillo.