Lucas ha pasado y está pasando un verano incómodo. Todos hablan de él, todos coquetean con su fichaje... Ese ruido es insoportable. Arenas movedizas, inseguridades. El viernes, aunque aún se le notaba con cierta aspereza, pudo por fin hacer lo que le gusta: marcar, hacer goles, sentir la pelota, competir. Y volvió a Riazor, a lo que tanto había soñado de niño: a notar el cariño de esa grada de la que él salió. Un sentimiento arriba y abajo. Esa tierra firme es la que necesita el coruñés y él es la tierra firme que precisa este Deportivo. Cuando se acabe el mercado, todo irá volviendo la normalidad, a pesar de que por el camino él continúe con su particular suma y sigue. Asistencia y gol. Haciendo historia cada día. Como siempre desde que volvió a A Coruña.

El zurdo ha tomado la decisión de no marcharse a cualquier precio ni de cualquier manera. Lógico. Se traicionaría a sí mismo. Esta ciudad, este estadio serán siempre su casa. Es muy probable que cuando deje de darle patadas a un balón regrese para echar raíces. Y también ha desechado ofertas de ligas menores que le retirarían a él y a varias generaciones de su familia. Le ha costado mucho llegar a probarse con los mejores y no quiere perder esa adrenalina. Es ambicioso, solo hay que verle jugar cada domingo. Tampoco el Dépor va a facilitar un adiós que le dejaría muy tocado. Quizás en otra coyuntura... El club aspira y debe crecer y se encuentra en los últimos días de un mercado del que podría salir trasquilado si su 7 vuela de Riazor.

Otro de los dardos para Lucas es que su eclosión tampoco se ha visto correspondida. Rozar los 20 goles y plantarse en las 10 asistencias en la Liga son suficiente carta de presentación para que cualquier club europeo pierda la cabeza y pague lo que tenga que pagar. No lo hicieron. Nadie que colmase sus anhelos deportivos apostó como debía por él. Injusto para el fútbol que emana de sus botas, para todo su esfuerzo en los últimos años. La vida son sueños y él lo consiguió vistiéndose la blanquiazul, pero también expectativas y refuerzos personales. Y él tiene derecho a sentirse defraudado.

Y casualmente esa indecisión externa le puede convertir en eterno en Riazor. Ningún jugador coruñés (quizás solo Juan Acuña) ha tenido tal nivel y, sobre todo, condicionantes favorables para triunfar en casa, para batir todos los récords. El club sufre, pero afronta su tercera temporada en Primera y quiere más. En la era dorada (1991-2011) nadie llamó de manera continuada a las puertas del primer equipo, él se ha hecho imprescindible. Y en épocas pretéritas, Amancio, Luis Suárez o Pellicer tuvieron que emigrar y Beci o Loureda estuvieron a merced de los vaivenes del Dépor ascensor de los años 60-70. Lucas tiene cuatro o cinco años para asaltar el Olimpo blanquiazul. Está en su mano.

Mientras se consume este inquietante mes de agosto, el conjunto coruñés dio su primer paso hacia la salvación. La refrescante remontada no puede servir de antifaz ante lo que se vio sobre el césped. Todo lo resultón que había parecido el equipo en el Teresa Herrera mutó hacia una propuesta indefinida. El Eibar hace incómodos los partidos, pero la realidad es que el Dépor no supo mandar y le costó una barbaridad ser claro en la salida de balón y hacer diferencia en los últimos metros. Sí, el triunfo es un gran punto de apoyo, pero necesita generar más fútbol, proponer. Ya hubo autocrítica, una novedad. Mimbres parece tener en posiciones ofensivas, también parece haber hallado respuesta desde el banquillo a las contingencias que proponen los partidos: sustituciones inmediatas, cambio de sistema... Pero hay mucho que progresar y matizar. El inicio de Liga ha demostrado que hasta los rivales en teoría más débiles van a dar guerra.

Los tiempos de Pinchi

El domingo le regaló al deportivismo un tiempo de vermú con la primera goleada para el Fabril y una sesión de tarde con el paso firme dado por el equipo femenino ante el Victoria. Abundaron los goles y también surgió una duda. Ya en los últimos partidos de la pasada liga, a Pinchi se le vio un peldaño por encima del nivel que requiere la Tercera. Al comprobar el ciclón en el que se ha convertido con sus cinco goles al Compos esa inquietud va a más. La secretaría técnica y los entrenadores de la casa son los que mejor lo pueden saber, pero existe el riesgo de que el nivel del primer equipo y su superioridad con respecto a la categoría del Fabril le dejen en tierra de nadie, sin el punto justo de cocción. Quedan menos de diez días para tomar decisiones difíciles, delicadas y claves sobre la formación del gran proyecto de la cantera.