Con muy poco, el Deportivo pudo traerse un botín mayor de Vitoria ante un Alavés chato. Le faltó, sin embargo, desmelenarse y alcanzar el punto de atrevimiento que no acaba de llegar en este inicio de campeonato. Otra vez muy tímido, al conjunto blanquiazul no le sobraron las oportunidades, pero sí tuvo las suficientes para alcanzar algo más que un empate ante un rival al que limitó al máximo sus opciones.

Nadie le racanea al equipo de Garitano su mérito para maniatar a los contrarios y una solvencia defensiva que le permite pasar sin demasiados sobresaltos por partidos como el de anoche en Mendizorroza ante un rival destinado también a pelear la permanencia, pero se echa en falta mayor sensación de peligro. Dos goles en cuatro jornadas son un balance demasiado pobre. El consuelo es que solo ha concedido la misma cifra.

Le costó al Deportivo acomodarse a un partido al que llegó antes el Alavés, especialmente el joven Theo Hernández, peligroso en cada aproximación, quizá porque todavía no se ha adaptado del todo a su nueva realidad. Acostumbrado a correr y a buscar los espacios que le proporcionaba un Lucas Pérez ya más que instalado en Londres, el equipo blanquiazul no encuentra el camino a la portería contraria cuando recupera la pelota, en la mayoría de las ocasiones en posiciones muy atrasadas.

Esa distancia que antes cubría el delantero coruñés, al que se buscaba sin apenas transiciones y atajando el centro del campo, ahora debe ser cubierta con combinaciones que el equipo todavía no ha asimilado. Garitano ha apostado por un juego más asociativo para corregir esa deficiencia. Lo hizo contra el Athletic la jornada pasada y por momentos dio resultado, pero la seguridad defensiva se apoya también en un agrupamiento cerca del área que a los deportivistas se les atraganta en el momento de recorrer metros hacia el campo contrario.

Garitano intentó solucionarlo ayer introduciendo a Marlos Moreno en el once titular, pero las carencias fueron las mismas porque al joven colombiano le cuesta asociarse y busca su velocidad para encarar. El partido, sin embargo, pudo cambiar en una de las mejores ocasiones que tuvo el Deportivo en todo el partido.

Llegó al filo del cuarto de hora cuando Andone conectó un centro de Juanfran desde el área derecha. Bruno Gama peinó lo suficiente como para despistar a la defensa y dejar al delantero rumano en una posición inmejorable para batir a Pacheco. El jugador deportivista, sin embargo, acomodó mal el cuerpo y el remate se le marchó muy por encima de la portería para desesperación suya y de sus compañeros.

Esa oportunidad al limbo confirmó que Andone no puede disimular más su ansiedad por marcar y sacudirse de una vez por todas las comparaciones con Lucas Pérez. Tanto busca el gol que en ocasiones se olvida del área y acaba explorando caminos pegado a la banda sin demasiadas alternativas, ávido de protagonismo y goles.

A la oportunidad del rumano y un par de disparos lejanos se limitó la producción ofensiva de un Deportivo que en la primera mitad tampoco sufrió ante el Alavés, salvo por un par de llegadas de Theo Hernández por la banda izquierda.

Su bagaje aumentó tras el descanso, principalmente a balón parado. Los problemas en la circulación no se corrigieron, así que los deportivistas se entregaron a los lanzamientos de falta y de esquina para conseguir desnivelar un marcador que se encaminaba casi de manera segura al empate sin goles. Primero la tuvo Borges después de ganar de manera espléndida la posición dentro del área en un saque de esquina. Su cabezazo se marchó desviado por poco y confirmó que en esta versión de juego es el centrocampista que mejor rendimiento obtiene. Mosquera transita perdido entre la defensa y el ataque, sin demasiado rumbo, y Fayçal cambia de una banda a otra mientras se detiene en la mediapunta sin apenas aportación. El costarricense, en cambio, se impone por físico y en las jugadas a balón parado.

En otro saque de esquina llegaría la otra gran oportunidad de la segunda parte. De nuevo Fayçal lanzó un córner desde la derecha, pero en esta ocasión fue Albentosa el que consiguió rematar. El cabezazo lo tocó también Laguardia, que lo desvió al palo de su portero.

Quedaban diez minutos y para entonces el partido ya se había descontrolado por completo. Los dos equipos se partieron, de modo que las llegadas se sucedían casi de manera consecutiva como dos púgiles que intercambian golpes. Garitano había optado por la entrada de Guilherme para nivelar un poco a los deportivistas y se guardó un último cambio. El técnico vizcaíno, sin embargo, no llegó a introducirlo en una semana en la que el equipo afronta tres partidos en seis días. Volvió a dejar en el banquillo a Emre Çolak, sin minutos una vez más, que por condiciones debería ser ese jugador llamado a desmelenar a los blanquiazules en situaciones como la de ayer.