Hay derrotas que causan daño, pero se pueden entender; otras siguen haciendo el mismo daño, pero sin embargo no se encuentra ninguna explicación 24 horas después. Es el caso de lo que le sucedió al Deportivo frente al Leganés. Aunque muy bien podría decirse que es el supuesto caso, ya que el vestuario -técnicos y jugadores- habrá analizado lo sucedido y, también, habrá sacado alguna conclusión.

EDefensa. Es la base de este equipo, aunque con ciertas concesiones cuando juega en Riazor donde recibió los cuatro goles que figuran en su debe (Eibar: 1; Athletic: 1; Leganés: 2) mientras que en los dos partidos como visitante acabó sin encajar. De todos los goles, el único inevitable sería el del Athletic, pues llegó de un zapatazo de Raúl García desde muy lejos. Ante el Leganés, sin embargo, los dos goles eran evitables. El primero llega tras un saque de banda, con Luisinho fuera de sitio y Albentosa que se va al suelo ante Gabriel, lo que permite al brasileño centrar con comodidad y a Luciano rematar completamente libre. El segundo, tras un servicio de Víctor Díaz que se incorpora solo al vértice del área, y una descoordinada salida de la defensa en busca del fuera de juego. Esto provocó que nadie fuese a buscar a los rematadores, tres, con dos en posición antirreglamentaria, pero Gabriel, el goleador, habilitado por Juanfran.

EConcentración. Hablan los futbolistas de que se salieron del partido tras el empate. Fue un gol inesperado en un momento en el que el Deportivo tenía que estar ganando con solvencia. Esa superioridad tenía que seguir demostrándose sobre el campo, pues cuando eres superior aunque el rival te iguale no puedes venirte abajo y quedar a merced del rival. El equipo mostró ahí sus miserias, una excesiva debilidad mental. Albentosa habló ayer de este asunto y utilizó una palabra clave: veteranía.

EDesparpajo. La presencia de Çolak en la alineación inicial cambió al equipo con respecto a jornadas anteriores. El turco jugó por donde quiso y como quiso, apenas había forma de pararlo y de eso salieron beneficiados sus compañeros. Solo faltó más acierto en el remate. También puede hablarse de infortunio, ya que el remate de Andone se fue al palo y salió rebotado, mientras que el de Gabriel se fue al palo y entró. Eso es fútbol. Un milímetro cambia el destino del balón.

EReacciones. La derrota cayó mal entre la parroquia y con razón, pues al descanso estaba saboreando la segunda victoria de la temporada, con la única duda de si iba a ser por dos o tres goles de diferencia. La afición de Riazor se entrega cada año, en cada partido -ahí está la prueba con la cifra de socios, que ayer llegó hasta los 25.500-. Siempre un paso por delante del equipo, como se viene diciendo en las últimas temporadas. Esta entrega no encuentra compensación en forma de resultados, solo resignación y un pensamiento: otro año más que hay que sufrir. La del jueves fue una decepción grande, tanto que ya circula el ruxe ruxe de que es necesario cambiar de entrenador, aunque solo van cinco partidos.