Solo los grandes, muy grandes son capaces de decidir, de pararse y acelerar cuando la ocasión lo requiere, cuando la presión nubla la vista. Ryan Babel es uno de ellos. Le sobra algún kilo, no son nada comparado con el fútbol que desparrama y del que el Dépor ya se ha servido y debe seguir aprovechándose. No fue solo una jugada aislada. El holandés iluminó a un equipo que corría entre las tinieblas. Puso la pausa en unos últimos minutos locos y fue capaz de buscarse su ocasión y de sacar su látigo para domar al Sporting con un babelazo que puso patas arriba Riazor. La grada se vino abajo, Garitano cruzó medio campo, los blanquiazules se fundieron en un abrazo. Desahogo y día grande que no deben nublar las carencias, pero que conceden un respiro. Primera victoria sin Lucas y a seguir creciendo.

No se detenían nunca. Empujados por sus hinchadas y por las ideas de sus técnicos, arrancó el duelo sin desmayo. Los ataques eran frenéticos, los fallos recurrentes y el peligro escaseaba. Los rojiblancos se fiaban a un aislado Cop y a las tímidas escaramuzas del trío Ndi-Moi-Burgui. Poca cosa. En realidad, los visitantes lo intentaban, no creían en exceso. Las recuperaciones eran constantes, pero no había la suficiente calidad para que las contras fuesen dañinas.

El Dépor asumió en este panorama el rol protagonista. Estuvo lejos de nuevo de jugar bien, pero se mostraba superior. Le llegaba para encimar al Sporting. Su triunfo parcial en el primer acto se cimentó en su mayor intención de ir a por el partido, en la pausa y la claridad de Emre Çolak y en el balón parado, su gran arma en los primeros compases.

Pudo inaugurar Albentosa el marcador, se lució Cuéllar. El Dépor insistía, aunque era preso de los nervios, de ese punto de calidad que le faltaba y de la incapacidad para desequilibrar del trío Andone-Bruno y Marlos. El rumano estuvo de nuevo solo, el portugués disfrutó de pocas ocasiones y el colombiano volvió a perderse en regates. Es lógico que pague el peaje del salto al fútbol europeo.

El equipo coruñés insistía y percutía y le llegó el premio a través del canalizador goleador de este inicio de curso tras la salida de Lucas. Celso Borges primero cabeceó a la espalda de un rival y luego no desaprovechó un balón suelto en el área. Gol. Repetía como realizador en Riazor y el Dépor estaba justamente por delante. La grada lo disfrutaba.

El Sporting salió tras el descanso decidido a subir el ritmo de su fútbol, a intentarlo más. Y el Dépor no rehuyó el choque ni el vértigo. No era mal plan si era capaz de aprovechar alguna contra o jugada a balón parado para finiquitar el duelo. Le fue imposible. Estuvo a punto de conseguir el 2-0 el gafado Andone, surgió de nuevo la manopla de Cuéllar.

Y de nuevo se enfrentó a la tesitura que se encontró en el duelo ante el Leganés. No lo cerró o lo enfrió y lo acabó pagando. Esta vez fue a balón parado. Un error individual en la cobertura del primer palo se la puso en bandeja a Sergio Álvarez. Su prologación superó a Lux y al resto de la defensa. Excesivo premio para el Sporting, aunque la dura realidad era que el Dépor había hecho números para llevarse ese triste premio.

Al conjuunto blanquiazul le volvió a faltar pausa tras el batacazo, no se desmoronó como ante el Leganés, pero siguió sin respuesta atacante hasta que apareció Babel. Al holandés se le cae el fútbol de los bolsillos, tiene desequilibrio y, sobre todo, pausa, un tesoro en un equipo tan acelerado como el Dépor.

Primero puso el temple y cuando pudo, también soltó el rayo que descargó desde su pierna derecha hacia la red asturiana. Su gol en el descuento premia la apuesta del Dépor, lo premia a él por arriesgar, por no rendirse ante la posibilidad de volver a ser un futbolista de élite. Reconcilia a Riazor. Se merecía una alegría así, ese alivio. Hay mucho que arreglar en este equipo, mucho que sufrir por él. Con Emre y Babel será más fácil. Y, además, hoy toca disfrutar de un golazo que pasará a la historia.