Hubo una época en la que el Deportivo era recibido con aplausos cuando saltaba césped del Camp Nou, de la misma manera que le sucedía en el Bernabeu y en el Calderón, por citar a los tres grandes de ahora. Era ese equipo de A Coruña que aparecía ese fin de semana para la diversión del todopoderoso. Poco duró ese período porque los blanquiazules empezaron a ser incómodos, no viajaban resignados a la derrota y a limitarse a encajar el menor número de goles posibles. Era un equipo que se había ganado el respeto de los rivales y que tuteaba ya a los más grandes. Con todo, la diferencia de plantilla entre la deportivista y la azulgrana era enorme. Allá por el año 94, cuando el golaverage particular decidió el título de Liga a favor de los catalanes empezó a cambiar todo. El Deportivo había vencido en Riazor (1-0) con un gol de Bebeto y llegaba a Can Barça como líder y con 38 puntos, seis más que los locales, que contaban en sus filas con tipos como Laudrup, Stoichkov y un tal Romario. El brasileño era un crack, estaba imparable. Y en la víspera surgió la pregunta a Arsenio Iglesias, técnico blanquiazul: "Míster, ¿cómo se puede parar a Romario". La respuesta fue contundente: "¡Con una pistola!". La pistola no llegó al Camp Nou porque Romario marcó uno de los tres goles de los locales.

Veintidós años después podría trasmitírsele a Garitano la misma pregunta con respecto a Messi, Neymar y Luis Suárez y la respuesta, en principio, tendría que ser la misma, a pesar de que los deportivistas ya demostraron la pasada temporada que ante el Barcelona campeón de Liga podían hacer algo más que ser convidados de piedra. Empataron 2-2 tras ir perdiendo por dos tantos. Fue el mismo resultado de la campaña anterior, pero con una diferencia, en el curso 2014-15 el Barcelona ya era campeón y festejaba el título en su campo en la última jornada de Liga, en la que el cuadro coruñés se jugaba la permanencia. Volver a puntuar por tercera vez consecutiva sería "increíble" como dijo Pedro Mosquera esta semana en Abegondo. Nunca antes el cuadro coruñés fue capaz de sumar en el campo del Barça durante tres campañas consecutivas. La intención es hacerlo en esta oportunidad porque nadie va entregado ni resignado a la derrota. "Vamos a intentar también llegar a la otra portería, que no sea como en Oliver y Benji, que está allí al otro lado y parece que nunca se llega", dijo ayer Raúl Albentosa tras el entrenamiento.

Es el Camp Nou uno de esos campos en los que el Deportivo es recibido con división de opiniones, que se suele decir. No es maltratado, pero tampoco se puede decir que sea bien recibido como a principios de los noventa. Ya no es aquel equipo que competía con los grandes, pero todavía le queda cierto poso, ganado a pulso, que lo convierte en un visitante respetado. Futbolistas que vivieron las dos épocas, la de los aplausos a los pobrecitos gallegos y la de los pitidos a estos nuevos grandes que nos vienen a tocar las narices. "Yo prefiero esta época en la que oyes silbidos cuando sales al campo", decía Fran a principios del siglo actual. "Es síntoma de respeto", añadía. Lo mismo que en el Camp Nou le sucedió al Deportivo en el Bernabeu, donde puntuó muchas menos veces, pero donde dejó un sello imborrable: el Centenariazo. Los pitidos tienen un claro significado; los aplausos, también. Para cualquier equipo que actúe como visitante lo mejor parece que es lo segundo.