Un problema que se genera a cien metros. La mano blanda de Lux, la pérdida de Fernando Navarro, el regate con el cuerpo de Luis Suárez a Albentosa... Es fácil quedarse con los errores más llamativos, los que preceden a los goles. La realidad es que el Dépor se convirtió en frágil en su área a partir de su incapacidad en los dominios rivales. Vasos comunicantes. Quizás con Lucas todo hubiera sido diferente. Hay días en los que se nota más su ausencia, sin menospreciar la labor de Andone. Él era muy bueno y sus cualidades aliviaban los males blanquiazules. Pero es inútil machacarse o imaginar una vida paralela. Nuevo panorama. Y no es solo el remate, es sobre todo la creación, los mecanismos ofensivos en los últimos metros. Problema de hombres y de plan. No hace daño ni en jugada ni a balón parado. Es una realidad que le golpea no solo en este partido en el Camp Nou, donde menos peros se le pueden poner. Las necesidades y el empuje de la grada de Riazor atenúan esta tendencia en A Coruña, fuera de casa es patente, debe dar más. Esa carencia le deja muy a merced en su propia área. Se ve obligado a hacer siempre partidos perfectos resguardando a Lux para permitirse puntuar. Jugar a crear, no a no fallar, sin olvidar esa seña de identidad rocosa que le ha acompañado en gran parte de sus partidos. Ese es el camino.

El Dépor encara la semana del derbi lamiéndose las heridas y aún enrabietado por el enésimo desplante arbitral de esta temporada. El deportivismo tiene derecho a refunfuñar, aunque no debe servir de coartada a la derrotas ni las carencias blanquiazules. Ya llegará el momento de que el viento sople a favor, no hay que ser tan conspiranoico como para pensar que el Dépor es víctima de una persecución. Eso sí, siempre es fácil para un colegiado pitar en el campo de un grande. Camp Nou, Bernabéu, Calderón... Nada nuevo. Lo que sí debe afrontarse es la situación de Luis Suárez. Para el Dépor ya es agua pasada hasta que llegue la segunda vuelta, pero el uruguayo no puede seguir campando a sus anchas. Saca sus manos a pasear, luce sus malas artes día sí y día también y goza de una impunidad que no le hace bien a la Liga. Tiene un historial que no le debe condenar, sí pone sobreaviso. Además, lo alimenta muy a menudo. Será muy bonito lucir el tridente, la famosa MSN, cada fin de semana, aumentará el contrato televisivo en las Antípodas. La clave es simple: jugar todos con la misma baraja. Ya no se hace en muchas ocasiones, surgen situaciones reiteradas que sobrepasan los límites. Si hay que entrar de oficio o rearbitrar partidos, que se haga. Hasta que no se le pongan coto al uruguayo seguirá utilizando cartas marcadas. Ya bastante diferencia hace por lo soberbio futbolista que es. Si encima se le da otra ventaja...

Otro derbi de camina o revienta

Un clásico ante el Celta ya es de por sí una encrucijada y las apreturas del Dépor en los últimos años le añaden un punto más de todo o nada. Parafraseando a Lendoiro, es el "camina o revienta" de cada temporada y esta no va a ser una excepción. Los dos equipos llegan baqueteados, goleados, con una trayectoria errática en la Liga y sin sus referentes de los últimos años (Lucas y Nolito), aunque los celestes con dos puntos más y un peldaño por encima, dadas sus mayores aspiraciones. Queda por demostrarlo en el césped de Balaídos. La historia reciente ha enseñado que no se debe dar nada por sentado y que el Dépor se ha movido mejor en estas circunstancias desde 2011.

Para el equipo coruñés un gran primer paso sería poder contar con Sidnei. No va a ganar solo un partido, pero su sola presencia es un chute moral, hace mejores a sus compañeros y recoloca al Dépor. Sin el brasileño no está perdido, con él está más cerca de asaltar Balaídos. Y hay muchos nombres propios que se van a encontrar ante un escenario inmejorable para reivindicarse. Andone y ese primer tanto en Liga que se le resiste. Borges, que está en racha y ya sabe lo que es marcar en Vigo. Emre y Babel, ante la posibilidad de conquistar un poco más el corazón de Riazor. Ya huele a clásico, siempre es una semana grande. Carles Gil, al que se le espera y que se fichó para ser importante. 92 años y mil batallas lo atestiguan.