El Deportivo, tras el partido del pasado lunes ante el Valencia, llegaba a Granada insinuando un cambio positivo tanto en el desarrollo de su juego como en la organización del mismo.

Sin embargo, durante más de una hora no fue capaz de evidenciar y trasladar esas sensaciones y meter en verdaderos problemas al Granada. El juego de ayer, demuestra que aquello ha sido un espejismo.

En cuanto al resultado, se confirma que aquel punto ante el Valencia, ha reducido su valor inicial.

No es que el Deportivo llegara al Nuevo Los Cármenes sobrado en la clasificación, pero sí al menos con una estado de ánimo en alza con el que debería ofrecerle dudas a un Granada que no reacciona ni con nuevo entrenador.

Así se vio a un Deportivo incapaz de darle pausa a su juego, algo que se acrecentó tras el gol que lo ponía por delante. A partir de ahí, el partido se rompió definitivamente haciendo que el Deportivo se hiciera largo y entrara en una dinámica de confusión entre velocidad y precipitación.

¿El 0-2 habría podido hacer mucho daño al Granada y dado los tres puntos al Deportivo? Es posible, pero solo es eso, una posibilidad.

Jugando con el mismo criterio de probabilidades, no es descabellado pensar que la entrada de Fayçal Fajr en el partido mientras el Deportivo mantenía la ventaja en el marcador, podía habernos dado situaciones de ventaja en el contraataque y quizá sentenciar el partido.

Lo cierto es que el Deportivo, ni desde el juego, ni con los cambios, supo manejar la situación ventajosa del gol, con apenas media hora de partido por delante.

Del desorden del Granada por obligación ofensiva, se contagió el Deportivo en un desorden defensivo manifiestamente evidente en el gol del empate del equipo local.

No siempre se defiende mejor por acumulación de efectivos.

Alguien dijo en una ocasión aquello de, orden y talento... en muchas ocasiones, puede ser suficiente tan solo con el orden.