A veces hay que tomarle el pulso para ver si está vivo. Sí, lo intenta. Sí, tiene la pelota y remata más que nadie. Sí, se muestra. Pero el Dépor lo hace todo de una manera tan tímida, con tantas inseguridades y su mandíbula es de un cristal tan frágil que semana a semana su destino es sumar una derrota tras otra. La situación blanquiazul requiere soluciones inmediatas y, más allá de que no fue de sus peores duelos, Garitano prueba y prueba y en cada paso del Dépor hay que adivinar en el enésimo repaso algún mínimo atisbo de solución. Sigue en pretemporada cuando está a punto de pisar diciembre. Así es prácticamente imposible. A la espera de un milagro.

La Copa parecía estorbarle a casi todo el mundo, menos al técnico, que no estaba dispuesto a desaprovechar ningún encuentro. Las bajas no le ayudaban a mover de manera radical el banquillo, tampoco se le vio muy por la labor, solo lo hizo en la portería y el doble pivote. Emre y Arribas, futbolistas que parecían fijos en un día como hoy, se quedaron en el banquillo y ni saltaron al césped. A Gaizka le gusta el sistema de tres centrales y no para de buscar la piedra filosofal a partir de esos parámetros. Otra vez, agua.

El Betis, con Víctor al mando y muy cerca de Luisinho en la primera mitad, empezó con algo más de vigor. La inercia de jugar en casa le empujaba, tampoco era un exceso en un grupo con una mayor cuota de no habituales. El equipo coruñés se defendía y estaba relativamente cómodo en el repliegue. Lo que no era capaz era de valerse de la versatilidad de este dibujo y del recorrido de los laterales para hacer daño. Voluntarioso, pero algo cojo y capado. Y, mientras no terminaba de encontrarse, un cabalgada de Durmisi desnudó a Juanfran y al entramado defensivo del Dépor. 1-0, otro regalo y duelo descorchado.

El partido se soltó algo más, pero el Dépor no era capaz de hincarle el diente. Entre las imprecisiones y el quiero y no puedo de ambos equipos, pasaban los minutos. Estuvieron a punto de empatar los blanquiazules en un cabezazo de Sidnei, que no se vio tan solo en el área en su vida. No hay manera de que se estrene como goleador.

El segundo acto levantó el telón ya sin Pedro Mosquera. Pudo ser para darle descanso, también una especie de castigo. No levanta el vuelo el coruñés. El Dépor se animó. Los laterales se convirtieron en extremos, aunque en realidad no era todo lo incisivo que necesitaba. Una ocasión para Álex, un posible penalti a Luisinho... Fuego de artificio. El Betis, aún menos.

El duelo parecía medicado, un eterno tranquilizante. Solo lo alteró la entrada del deseado Joselu. El de Silleda, solo pisar el campo, dinamizó a los coruñeses. Garitano hizo un doble o nada. Lo juntó con un insaciable Andone para seguir ensayando de cara a la Liga. El equipo coruñés multiplicó el toque y los centros al área. Efecto gaseosa y una nueva condena a Emre. Estuvo a punto de haber happy-end en un cabezazo del '7', se fue por un palmo. También la tuvo Andone, hasta le hicieron un penalti que no lo pitaron. Y van mil... El Dépor mereció empatar, hoy tampoco tocaba. Al técnico le quedan pocas balas. Esa es la dura realidad.