Más de dos meses tuvo que esperar el Deportivo para celebrar otra victoria, la tercera de la temporada y la tercera en Riazor. La última databa del 1 de octubre cuando los blanquiazules superaron al Sporting (2-1), con un gol a última hora de Babel. La anterior había llegado en el acto inaugural de la temporada frente al Eibar en Riazor (2-1). Muchas jornadas entre estos tres triunfos, que fue lo que llevó a los coruñeses a flirtear ya con los puestos de descenso, donde acabaría esta jornada de no haber superado a la Real Sociedad. Un triunfo aplastante ante el equipo revelación del campeonato, en un partido en el que los locales lucieron a gran altura y contaron con la fortuna que les había faltado otras veces.

La verticalidad de Andone. El atacante rumano ofrece múltiples soluciones a sus compañeros, a los del medio campo, que son los que lo tienen que nutrir de balones, pero también a la defensa, pues con sus desmarques de ruptura es capaz de generar huecos y opciones de remate, la mayoría en clara ventaja sobre los defensores. El lunes se plantó en solitario, o casi, hasta en cuatro ocasiones y dos acabaron en gol. En el segundo, el de Carlos Martínez en propia meta, Andone se había marchado por velocidad, pero escorado a la izquierda, lo que le obligó a tratar de centrar a su compañero que venía desde atrás -lo hicieron Carles Gil y Babel-, pero el defensa cortó la acción e introdujo la pelota en su portería. En el quinto, el rumano se aprovechó de un intento de intercepción por parte de Juanmi, que lo que hizo fue tocar el balón hacia su área, para batir a Rulli. Pero en la primera mitad tuvo Andone otras dos ocasiones al romper a la defensa por el centro y recibir de sus compañeros pases precisos entre líneas. Su velocidad, su constancia y su pelea suponen una ventaja para sus compañeros y un serio inconveniente para los zagueros adversarios, que no pueden permitirse ni un segundo de relax con el balón en los pies.

Un centro del campo sólido. Guilherme y Celso Borges formaron la pareja de medio centros por segundo partido consecutivo después de haberlo hecho en la jornada anterior en La Rosaleda ante el Málaga. El lunes el brasileño se encargó de cerrar todas las líneas de pase interiores, que tanto le gustan a Eusebio Sacristán, y además dio mucho aire a Juanfran, que se cansó de subir, tapando su banda cuando los donostiarras trataban de aprovechar el espacio que dejaba el madrileño en sus incorporaciones al ataque. Aun así hubo despiste, con pasillos importantes que los visitantes no pudieron aprovechar. Vela se encontró con una autopista por el centro en la primera parte, pero remató mal y fuera; y Granero se topó con un espacio similar en la segunda parte, pero su centro fue interceptado por Sidnei. Tanto Guilherme como Borges se vieron poco en ataque, e incluso en defensa, pero su trabajo en tareas de contención fue clave para el desarrollo del partido.

El trabajo en las bandas. Si bien Juanfran sabía que tenía las espaldas cubiertas por Guilherme, el lunes también contó con el inestimable trabajo de Carles Gil y Babel cuando los realistas tenían la posesión de la pelota, de igual forma Navarro agradeció el apoyo de ambos compañeros. Muy al contrario de lo que había sucedido en encuentros anteriores, cuando los laterales estaban la mayoría de las veces en inferioridad si los rivales buscaban entrar por las bandas. Pero además del desgaste que supone ayudar atrás, tanto Babel como Gil brillaron en la faceta ofensiva, que es donde más les gusta jugar. El holandés lo hizo de forma muy especial, con control, pases, pausa... Hizo lo que le convenía al equipo en cada momento aprovechando, sobre todo, la importante ventaja que había adquirido ya en el primer tiempo. En el segundo, con menos balón, quizá tuvo más trascendencia su aportación al tempo para la suerte final del partido.