Regresa Víctor Sánchez del Amo a Riazor medio año después de su destitución como técnico del Deportivo, motivada por la desastrosa segunda vuelta de la pasada temporada y por su mala gestión del vestuario. En su primera experiencia como entrenador principal, el madrileño salvó al Dépor dos veces. Primero, en la recta final de la campaña 2014-15, fue la solución de urgencia al fiasco de Víctor Fernández y acabó logrando la permanencia gracias al agónico empate del Camp Nou (2-2) pese a ganar solo uno de los ocho partidos que dirigió. Luego, en el curso 2015-16, guió al Deportivo a puestos europeos en una primera vuelta sensacional, pero en la segunda el hundimiento fue total y el equipo acabó sufriendo bastante para evitar el descenso, objetivo que no garantizó hasta la penúltima jornada. Ese bajón tan pronunciado, unido a su incapacidad para resolver los problemas dentro del vestuario, desencadenaron su destitución pese a tener firmado otro año más de contrato.

Acabó de condenarle su rueda de prensa en la víspera del encuentro de la última jornada frente al Madrid, el pasado 13 de mayo, en la que aireó todos los trapos sucios durante casi una hora, sin admitir preguntas que no fueran relativas al partido. Cargó contra Luisinho, al que acusó de amenazarle con que si no jugaba le iba a crear problemas, y también puso en entredicho el compromiso de Alberto Lopo, de quien dijo que tenía una actitud "bipolar" en los entrenamientos, en función de si iba a jugar o no el fin de semana. Profundas heridas internas sin cicatrizar que acabaron costándole el puesto.

Su destitución, anunciada por Tino Fernández el 30 de mayo, cerró una etapa de catorce meses en el Deportivo, casi año y medio a sumar a las siete temporadas que Víctor vistió la camiseta blanquiazul. En total, entre Liga y Copa dirigió al Dépor en 50 partidos, con un balance de 10 triunfos, 25 empates y 15 derrotas. Vuelve a casa seis meses después de su salida y lo hace como enemigo porque ahora se debe al Betis y, como es lógico y es su obligación, tratará de hacer todo lo posible por apear al Deportivo de la Copa del Rey, competición de grato recuerdo para él por la histórica página que escribió el 6 de marzo de 2002, al derrotar al Madrid en la final del inolvidable Centenariazo.

Su brillante pasado como jugador en Riazor fue su mejor carta de presentación ante la afición deportivista, que desde su llegada al banquillo lo acogió con mucho cariño pese a su madridismo de cuna y sentimiento. El equipo merengue le abrió las puertas de la elite y de los títulos. De blanco festejó una Liga (1997), una Supercopa de España (1997) y una Champions (1998) antes de engordar su palmarés siendo protagonista en cuatro de los seis títulos oficiales del Dépor: una Liga (2000), una Copa del Rey (2000) y dos Supercopas (2000 y 2002). No llegó directamente del Madrid sino tras un paréntesis de una temporada en el Racing de Santander, con el que anotó una docena de goles en el curso 1998-99.

Cuatro títulos de blanquiazul

En la siguiente campaña, la primera en A Coruña, se convirtió en uno de los artífices del título de Liga, firmando cuatro dianas y participando en 37 de las 38 jornadas. Muchos de sus 30 tantos en 210 partidos en Primera con el Dépor forman ya parte de la historia del club. Por ejemplo, los tres que le hizo al Celta en Balaídos en la manita de la campaña 2003-04. En 2006 cerró su etapa como futbolista en Riazor y antes de colgar las botas jugó una temporada en el Panathinaikos (2006-07) y otra en Segunda con el Elche (2007-08).

Ahora, en el Betis, trata de relanzar su prometedora carrera como técnico, que todavía no ha hecho más que empezar. En los banquillos creció a la sombra de Míchel como segundo entrenador en Getafe, Sevilla y Olympiakos. Al conjunto griego regresó este verano, tras su salida del Deportivo, pero no superó la previa de la Champions y fue despedido a las primeras de cambio. De nuevo vuelta a empezar para el madrileño, en quien se fijó el director deportivo verdiblanco, Miguel Torrecilla, para sustituir a Gustavo Poyet. Sus números no están siendo malos desde su llegada al Benito Villamarín: tres victorias, contando la de Copa ante del Dépor; un empate y dos derrotas.

Apuesta en Sevilla por unos métodos muy parecidos a los que siguió en A Coruña, con mucha atención al trabajo analítico de vídeo, a la información sobre el rival, al diseño de un plan específico para cada partido y también a las acciones de estrategia, que no le dieron resultado en el Dépor y sí se lo están dando en el Betis. Muy metódico, hermético e impenetrable. Un búnker blindado por y para el fútbol. Así es Víctor, que sigue apoyándose en el mismo grupo de colaboradores que se trajo a Riazor: el entrenador asistente David Dóniga, el preparador físico Nacho Oria y el analista Carlos Morales.

El Betis se ha vuelto más defensivo desde la llegada de Víctor. Por intención, y también por planteamiento. Sin ir más lejos, en la visita a Mendizorroza de la pasada jornada el entrenador madrileño compuso una defensa con cuatro centrales -Mandi, Donk, Pezzella y José Carlos- y situó a dos laterales -Álex Martínez y Durmisi- en las bandas del ataque. Pese a tomarse tantas precauciones en el campo de un recién ascendido como el Alavés, cayó en Vitoria (1-0), lo que ha levantado las primeras voces críticas en Sevilla por su excesivo conservadurismo.

Desde su llegada la línea del Betis es ascendente en casa, pero a domicilio todavía no ha sumado. Dos salidas, a Eibar y Vitoria, ambas saldadas con derrota. Hoy también le toca jugar fuera en la vuelta de una eliminatoria en la que parte con la ventaja del 1-0 de la ida. Para pasar le vale con un empate, el resultado que tantas veces repitió con el Dépor la pasada temporada, en la que estableció un nuevo récord histórico de igualadas en una misma campaña, nada más y nada menos que 18. Desde el punto de vista emocional será un encuentro muy especial para él. Juega en casa, pero de visitante.