Primero no lo veía como titular, luego fue cómo rodearlo, cómo educarlo y ahora en qué posición darle cabida. Emre aparece recurrentemente en los sueños de Garitano. En esa continua reinvención en la que vive este proyecto, es uno de los pocos que siempre ha estado, que siempre se ha mostrado como un activo y una solución, aunque en ocasiones el técnico no ha sido capaz de verlo, de exprimirlo. También es cierto que se ha hecho imprescindible porque la comparación lo eleva. Sin Babel ni Carles Gil y con Kakuta y Ola John aún haciéndose la horma en el vestuario del Dépor, las raquíticas exhibiciones recientes invitan a agarrarse de nuevo a él. Mientras pasa el temporal, paraguas turco.

Las bajas y las lesiones han llevado a Garitano a una última disyuntiva. Según su perspectiva, en el puzle deben estar Andone, Joselu y Emre, el dilema está en el cómo. Es un problema relativamente nuevo. Su primer plan tenía a los dos arietes en el once y al 8 en el banquillo. El fugaz debut interruptus del nueve del Stoke planteó un nuevo panorama y le empujó a explorar la vía Çolak. Y no le fue mal. Riazor ya le hacía ojitos y ahora el técnico les daba el gustazo. En los evidentes problemas de creación que mostraba el Dépor, en plena adaptación del rumano e incluso de Guilherme, su fútbol medido y clarividente era un oasis. Se resistió en un par de ocasiones por algún desplante del otomano, no le quedó más remedio que entregarse. El salto cualitativo del mes de diciembre fue que, por fin, pudo y supo cómo rodearlo, siempre con Emre en el centro. No hay que olvidarlo. Publicidad subliminal.

El partido de Gran Canaria demuestra que el nuevo Dépor tiene viejos problemas, pero que parte desde un punto más alto. Fue preocupante no verle dar tres pases seguidos. Alerta. Pero hay algunos futbolistas que en ese mes mágico se hicieron determinantes en Primera División. El caso más evidente es el de Andone. Zarpazo y empate. Hubo más. Ante el Las Palmas parte de los problemas también se resolvieron con un giro de tuerca en el engranaje. Çolak, al centro. A la casilla de salida. Lo pagaba Joselu arrinconado en una banda, lo agradecía el equipo. La lectura es más simple que una regla de tres. O el técnico se inventa un nuevo sistema con los fichajes (o Carles Gil) y los dos delanteros que haga rendir al turco desde una banda o va a tener que prescindir de un ariete. El plan a tiene poco futuro. El b lo acaba de utilizar ante el Villarreal y al equipo se le vio con otro aire. Menos vulnerable por la banda derecha, con unos pivotes más asistidos en la creación, con igualdad de fuerzas en el fútbol interior y mejor armado para la presión. Garitano no puede seguir dando vueltas sobre sí mismo. Siempre con Emre como bendición, pero también como prueba.

Los exámenes

El Dépor no debería demorar en exceso el reajuste. Entra en un tramo de temporada que en la primera vuelta desaprovechó, pero que bien exprimido puede suponer gran parte de la salvación. Seis puntos de colchón y el peligro, a lo lejos. Cualquier día puede tocar de nuevo en la puerta. Seis exámenes, en realidad son siete. El primero fue el viernes ante el Las Palmas y el aprobado solo se justifica con el punto y con el anhelo de una mejoría inmediata. Ahora, con el paréntesis del Atlético, se medirá a Eibar, Betis, Athletic, Leganés y Sporting. Es ineludible que en algunos de esos partidos caiga el primer triunfo fuera de casa. El paupérrimo nivel de la zona baja y su fortaleza en Riazor le han alejado de la parte caliente de la tabla. Tampoco la ha perdido de vista y, por mucho que no se les note el pulso a los conjuntos en descenso, acabarán acelerando la marcha. Un momento para definir cómo quiere vivir el Dépor lo que resta de Liga. Sin excesos, desde la humildad, pero creciendo y construyendo sin agobios o mirando continuamente por el retrovisor, destruyendo lo que ha levantado y agobiando aún más a una afición que merece un respiro.