Todos trazan su propio camino, que transita por lugares comunes y que acaba topándose con el mismo callejón: Emre Çolak o el problema de la mediapunta en este Deportivo. Le pasó a Garitano y le ocurre ahora a Pepe Mel. El vasco se resistió. Lo colocó en banda, recurrió a Fayçal, hasta tiró de un Babel fuera de forma en esa posición en el clásico de la ida. Dio vueltas y más vueltas. Al final no le quedó más remedio que encomendar el fútbol ofensivo del Dépor a la clarividencia y la pausa del turco. Con él buscaba soluciones en los últimos metros y que diese tiempo al reajuste posicional del equipo en su ofensiva. El técnico madrileño parece pisar las huellas de su predecesor. No tocó nada ante el Atlético y en Gijón, le dio el beneficio de la duda con el viento a favor de Riazor frente al Betis y en los dos últimos partidos ya se ha ido al banquillo; él tampoco había demostrado estar en un gran pico de forma. Primero optó por un sustituto más natural, Carles Gil, y el domingo por un esforzado pero por momentos incómodo Celso Borges. No es lo mismo estar que aparecer. Todo para blindar al grupo por el centro, todo porque el trabajo del turco no termina de convencer en esa zona. Algo pasa si todos los que se han sentado esta temporada en el banquillo blanquiazul desconfían de sus prestaciones. "Queremos tener al mejor Emre Çolak, pero hay que conseguirlo", apuntaba enigmático el técnico. Estas dos semanas Pepe Mel las pasará con la balanza. Lo que me da, lo que me quita. Y en breve es muy probable que vuelva al equipo titular. O él o un futbolista más cercano a sus características, la vía intermedia. A pesar del resbalón del derbi y de sus consiguientes magulladuras, es indudable que el Dépor ha dado pasos en estas tres semanas, pero necesita asegurar el camino abierto y darle contenido ofensivo a su propuesta, diversificarla. Más fútbol, en definitiva. Y sin el turco se ha demostrado que en este equipo es muy difícil.

Mel llegó a A Coruña con la escala de prioridades claras. Trabajo anímico, recuperar para la causa a los desenganchados veteranos, reforzar los conceptos defensivos del equipo y hacerlo jugar más junto. Cumplió con todo y con el refuerzo de sumar en cada cita, a pesar de las apreturas del calendario. Algo impensable. El 60% del trabajo para salvarse lo cimentó en esas dos semanas del todo o nada. Pero hay más. Le toca una segunda reválida. Levantarse de una derrota, ganar a un rival directo en casa, dotar de más fútbol al equipo para que no dependa de una jugada aislada o del balón parado y encajar y dar utilidad a piezas básicas como Emre, Andone, Carles Gil o Kakuta, algunos con un fuerte carácter. No es poca cosa.

Para conseguir todo o parte de estos ingentes objetivos va a tener que tomar decisiones que no van a ser agradables, en muchos casos excluyentes. Hasta ahora las bajas le han enseñado parte del camino y ha tomado determinaciones muy inclusivas que buscaban el saneamiento del grupo. "Si respondes sobre el césped, sigues jugando". Ese pareció ser el mensaje con su apuesta continuada por Pedro Mosquera, Fayçal, Joselu y Álex. Toca dar cabida a todo el batallón ofensivo en la recámara y a un futbolista que fue determinante en muchos momentos de la temporada como Guilherme. Todo sin abusar de los pivotes, tampoco será sencillo.

El derbi se decidió por detalles, pero quizás el Celta que llegó a Riazor no merecía llevarlo a ese terreno. Nadie duda de su calidad, de sus mejores prestaciones en los últimos tiempos, pero había salvedades que animaban a igualar la contienda e incluso a pensar en teñirla de blanquiazul. El Dépor jugaba en casa, llegaba en línea ascendente, con buenos elementos ofensivos en su plantilla y se iba a medir a un rival con factura física y la mente en otra parte. A Mel le obsesionaba el trío Tucu-Wass-Radoja y es cierto que, por momentos, igualó esa batalla, pero ¿era necesario blindar aún más al equipo que ante el Barcelona?, ¿hacía falta no explorar con la pelota las vías de agua celestes que podían aparecer tras la exigencia física y mental del jueves? No estuvo lejos de acabar en diana y haber ganado, el acierto de Borges podía haber encauzado una tarde de felicidad. Pero a Riazor no le gustó ese toque sumiso frente a un Celta sobre el que ha habido cierta superioridad histórica en los duelos directos de los últimos años. En la ida Garitano se postró con la palabra en unas declaraciones que demostraban poca empatía con lo que le rodeaba y el domingo Pepe Mel se inclinó con los hechos.