Otra oportunidad perdida, otra más para un Deportivo que no jugó a nada y dejó salir vivo de Riazor a un pobre Granada. Ni de penalti fue capaz de marcar el equipo coruñés, que completó el peor partido con diferencia de la era Pepe Mel. En realidad, fue un empate a despropósitos entre dos conjuntos impotentes, cada uno a su manera. Sin goles, sin fútbol, sin nada. Nada de nada.

El Dépor se jugaba la vida y no lo pareció, al menos de salida. Empezó al ralentí, sin el ritmo ni la intensidad imprescindibles en un encuentro tan importante como el de ayer. Ni rastro de ese "martillo pilón" que quería Mel. Su equipo atacó poco y mal, abusando del pelotazo y sin ser capaz de enlazar más de cuatro pases seguidos en campo contrario. Escaseó el fútbol combinativo pese a la presencia de gente talentosa como Carles Gil y Çolak. Poco entraron en juego. Más intervino Marlos Moreno, aunque poco provecho sacó de sus cabalgadas por la banda. Sigue faltándole pausa y madurez, saber elegir qué es lo que toca en cada momento. En realidad, nadie destacó pese a los intentos de Borges y Guilherme por equilibrar el centro del campo.

El Granada demostró por qué agoniza. Es un equipo muy justito para Primera y ayer llegaba a Riazor con varias bajas importantes. No le valía el empate para empezar la escalada. Necesitaba los tres puntos y esa urgencia por sumar le hizo querer más el balón que de costumbre. Sorprendió al Dépor con esa propuesta. No le bastó para inquietar demasiado a Lux pero por lo menos le sirvió para mantener a los blanquiazules bastante lejos de la portería de Ochoa. Ni fútbol ni ocasiones generó el conjunto coruñés, más atascado que nunca en campo contrario y con unos problemas enormes para llegar al área.

Dos minutos tardó Çolak en disparar por primera vez entre los tres palos. Fue un tirito lejano que murió manso en las manos del meta mexicano. Parecía una declaración de intenciones, de que el Dépor iba a cargar con todo, pero se quedó en espejismo. Apenas sufría el Granada para mantener su portería imbatida. El partido era malo, impropio de Primera División, con muchísimas imprecisiones y escasísimos detalles de calidad. Por no haber, ni siquiera hubo garra. Demasiada gente estática y mucho balón al pie. El Dépor tardó más de media hora en entrar de lleno en el encuentro. Solo en los últimos diez minutos de la primera parte dio la impresión de querer ir de verdad a por el partido. Hasta entonces se dejó ir, como esperando a que el primer gol cayera del cielo. No hubo tal milagro pese a los intentos de Marlos y sobre todo Andone, tan peleón como de costumbre. Por muy poco cazó un centro de Carles Gil desde la derecha que olía a gol. Esa acción, más un cabezazo de Arribas a la salida de un córner, fueron las últimas aproximaciones coruñesas en una primera parte gris oscura, casi negra. Visto lo visto, lo mejor para el Dépor era irse a la caseta y buscar soluciones de cara a la segunda mitad. Necesitaba un cambio drástico, una nueva fórmula con la que llevar el encuentro a su terreno, el de querer la pelota para hacer daño de verdad. Había que dar un paso al frente, en la propuesta futbolística y también en cuanto a actitud.

Sin embargo, poco varió el guión tras la reanudación. Los dos equipos continuaron con los mismos problemas con la pelota. El Granada no se impacientó. Atacó sin correr riesgos cada vez que pudo, tratando de estar bien plantado en todo momento para incomodar al Dépor. Andone siguió tirando desmarques de ruptura en busca de espacios a la espalda de la defensa. Pocos ganó pese a su insistencia. Pasaban los minutos y el panorama era tan desalentador como el de la primera parte, así que Mel hizo pronto el primer cambio. En el 57 decidió dar entrada a Bruno Gama por Carles Gil. El portugués disparó defectuoso en su primera intervención. Por lo menos, parecía que el Dépor quería subir el nivel de intensidad. Le seguía faltando fútbol, pero a base de empuje consiguió poco a poco volcar el campo hacia la portería de Ochoa. Ayudó la incapacidad del Granada, cuyas pérdidas en zonas delicadas casi le cuestan un disgusto. Concedió varias contras el conjunto nazarí, como la que condujo Bruno para conectar con Çolak. El turco buscó la rosca desde el borde del área, pero disparó muy alto (m.65). También lejano y bastante más peligroso fue el lanzamiento de Juanfran casi en la siguiente acción.

A falta de fútbol combinativo, el Dépor vivía de errores ajenos y de segundas jugadas. Argumentos insuficientes en Primera, incluso ante un rival tan débil como el de ayer. No había manera de llegar arriba con claridad. Ni por el centro, ni por las bandas, a las que se dejó caer Andone para habilitar a sus compañeros. Desde la derecha conectó el rumano con Marlos, que no acertó a rematar. El colombiano derrochó tantas ganas como imprecisiones y precipitaciones, en el uno contra uno y en la finalización. También se precipitó Estupiñán regalando un penalti que Borges desperdició. Ni así llegó el gol. Un horror de partido. Y a seguir sufriendo.