El Dépor va camino de convertirse en una trituradora de entrenadores, si no lo es ya. Los recuerdos y las ideas preconcebidas son, en muchas ocasiones, nubarrones que impiden ver la realidad. Y la del Dépor muestra un presente y un futuro con el cinturón en el último agujero, siempre menores ante un pasado glorioso, y una plantilla resultona, aunque sin el brillo del verano, y con unas evidentes deficiencias que le lastran. De lo que era a lo que es. El club y el equipo. Y mientras, parece que ningún técnico vale cuando, en realidad, Mel y Garitano empiezan a transitar lugares comunes.

El vasco llegó a Riazor y se agarró a Lucas. A Víctor Sánchez del Amo le sobró con ese salvavidas. Para dejar al equipo en Primera, no para conservar su puesto. El coruñés se fue y se cortó la red. Garitano ahondó en su plan de presionar la salida de balón y blindar al equipo con Fayçal en una banda, incluso coqueteó con los dos arietes. Pronto se dio cuenta de que no le llegaba arriba y se entregó a futbolistas creativos en la zona de enganches. Ahí vio que lo que ganaba en posiciones avanzadas no compensaba muchas veces lo que perdía en la retaguardia, escaseaban las ayudas defensivas. Siguió. Las victorias no sobraban y solo el zarpazo de Babel ante el Sporting le hacía sumar de tres en tres. Entre inseguridades el proyecto deambulaba hasta que llegó a Riazor la Real, el holandés apareció por el once y todo encajó. En forma, era el que lo redondeaba todo. A punto había estado de conseguirlo dos semanas antes frente al Sevilla, ya estaba maduro. Permitía al equipo moverse de manera más acompasada, jugar en campo contrario, explotar sus cualidades y olvidar por un momento su sufrimiento en el repliegue, las bandas y sus sonrojantes lagunas defensivas. Competitivo arriba y abajo. Click. Trabajo, pausa con balón para recolocar al equipo, gol, hablaba el mismo idioma que Emre, Gil y Andone. Todo lo tenía el ahora jugador del Besiktas. Por fin el rumano lucía al encontrar asistencias en situaciones factibles. Se acabó el diciembre fantástico y con él se fue Babel. Se volvió a cortar entonces la red. Los fichajes tardaron y luego no solucionaron, cayó Garitano.

Mel empezó de nuevo intentando recuperar al grupo con el añadido de una fuerte apuesta por el componente anímico. De entrada, funcionó. Fayçal regresaba al once, también repescaba a Mosquera, hasta sumaba a Álex a la causa. Se pasó de rosca con su coraza en el derbi y algo se rompió. Desde entonces, empezó a explorar apuestas más ofensivas, incluso tiró de la fórmula de los dos arietes, y se ha ido encontrando en tesituras muy parecidas a las de Garitano con algunos matices en los nombres elegidos. El Dépor despliega todo lo que tiene arriba, pero su media naufraga ante los rivales y convierte su defensa en un blanco fácil. Si a este agujero se le suman unos despistes impropios de Primera y una falta de intensidad alarmante, aparece el actual Dépor. Perdido, frágil, a merced de un descenso del que solo le salvan la ineptitud del Sporting y el Granada. ¿Hasta cuándo?

¿Está transitando Mel el mismo camino que Garitano? Un repaso a sus trayectorias demuestra que sí, con la diferencia de que el vasco es pasado y el madrileño, a pesar de los condicionantes, aún puede escribir su propia historia. El análisis también coloca en el punto de mira a unos jugadores sobreprotegidos y desnuda la planificación deportiva. Tiene luces, también muchas sombras. Discontinua, como el equipo. Al Dépor se le avecinan años duros. Ya los está viviendo y la sentencia del Supremo prolongará la agonía. Ha progresado en muchas facetas (económica y social) pero mientras no encuentre un proyecto sólido y la senda del crecimiento sostenible en la faceta deportiva, aunque sea dando pequeños pasos, seguirá atascado y se prolongará esta sensación de inestabilidad y de no ir a ninguna parte. Un panorama nada recomendable para consolidar la paz social en una afición más que paciente.

Juanfran y las reprimendas

Mel se está mostrando con un punto de beligerancia en sus últimas comparecencias. Tirón de orejas por la pasividad ante el Granada, reprimenda a Juanfran por no pedir el cambio. El tiempo dirá si es su forma de actuar en el día a día o ha buscado en los últimos tiempos herir el amor propio de los futbolistas (muchos de ellos en otro mundo, ajenos a la gravedad de la situación). Como solución puntual puede servir en situaciones límites, como modus operandi habitual le desgasta sobremanera ante el grupo. El lateral es uno de los mejores este año, pero ese rendimiento no le exculpa, más cuando los dos primeros tantos llegaron por su zona.