Martín Lasarte es el último vínculo futbolístico entre A Coruña y San Sebastián y un referente para la grada de Riazor, a pesar de que se fue hace un cuarto de siglo. Garitano cayó, pero el destino no quiso que los caminos del charrúa y el Dépor se cruzasen aún. Mientras espera su momento, dirige a Nacional de Montevideo, con el que acaba de jugar Libertadores en el campo del Chapecoense, un duelo con una carga emocional innegable.

- ¿Cómo es jugar allí?

-Fortísimo, debes abstraerte. Es una ciudad pequeña y vive el fútbol de una manera especial. Nos quedamos un día más a entrenarnos y compartimos césped con dos de los supervivientes del accidente, lo que nos contaron es indescriptible.

- ¿Tiene tiempo de seguir al Dépor en la distancia?

-Claro. Estoy contento porque veo al equipo más valiente, con más ritmo, con un importante cambio de mentalidad. Siempre se dice 'técnico que cambian, no pierde', pero en este caso fue algo más. Me gustaba cómo jugaba con Garitano, pero estaba en una dinámica negativa, que hiciese lo que hiciese... Ahora ya tiene la salvación casi resuelta porque no veo al resto alcanzándole. Mel es un gran técnico.

- Coincidieron en el césped y en los banquillos como rivales...

-Sí, siempre me tocaba marcarlo, hasta lo hice en la vuelta de la promoción de permanencia ante el Betis en 1992. No amigos, pero sí nos hicimos compañeros y nos llevamos muy bien. Después de dejar la Real estuve meses en España viendo fútbol y presencié muchos partidos de su Betis, me gustaba.

- Antes de llegar Mel, surgió su nombre. ¿Pudo venir al Dépor?

-Un amigo de un directivo me dijo si estaba en condiciones de acercar mi nombre, pero con todo el dolor de mi corazón tuve que decir que no. Ya había empezado aquí y Nacional había hecho un gran esfuerzo. No pude ni utilizar el chantaje emocional (ríe).

- ¿Lo hará en un futuro?

-Estaría encantado. Tengo mala suerte. Me queda pendiente porque yo creo en el Dépor, creo en ese sentido de pertenencia. Ojalá.

- Para usted jugar en este equipo fue algo que va más allá de lo futbolístico, ¿no?

-Sin duda. Tras irme y hace unos años, tuve una mala etapa y fui al psicólogo. En las charlas que tenía con él siempre le hablaba mucho del Dépor. Y yo le preguntaba por qué y él me decía que era porque simplemente había sido muy feliz. Cuatro años extraordinarios. Me sentí cómodo. Fui capitán y me tocó liderar, empujar para que gente como Fran o José Ramón creciesen.

- Le invade la nostalgia...

-Voy a contar una anécdota. Siempre lo hago, pero me gusta repetirla. Un día hacía sol en Riazor y me quedé charlando con Fran y José Ramón sobre el césped. A Arsenio no le gustaba, pero lo hicimos igual (ríe). Empezamos a hablar y ellos querían jugar la Copa de Europa, pero les parecía imposible. Les dije que eran jóvenes, que un día lo imposible se convierte en posible. Y finalmente Fran lo pudo hacer, incluso de manera continuada.

- ¿Sigue notando esa conexión en la distancia?

-Aquí en Uruguay siempre te encuentras con un gallego. Una vez estuve en un bar y vi un banderín del Dépor y me dijo el dueño que se lo había regalado yo hace no sé cuántos años. Mi hija es coruñesa. Nació allí, se fue con un año y ahora tiene 26. Tengo pendiente ir por allí y enseñarle dónde nació.

- El domingo se repite el duelo. ¿Cómo ve a la Real?

-Está creciendo de una manera impresionante, aunque en realidad era algo que se veía venir. Le pasó algo parecido a lo que nos ocurrió a nosotros en el Dépor. Ascendió y poco a poco fue a más, a más y se plantó en Europa, en la Champions... Cada vez está mejor. Además, ha tenido la fortuna de que le han salido unos futbolistas extraordinarios de la cantera. Hablo de suerte, pero no porque no se trabaje, es que a veces lo haces y no aparecen jugadores de ese nivel.

- ¿Este Dépor se podrá acercar a lo que fue el Superdépor?

-En el fútbol todos queremos todo ya. Cuando yo llegué, el año anterior se acababa de salvar en el último minuto de bajar a Segunda B por el gol de Vicente y notaba un ambiente pesimista. Venía de ganar la Intercontinental y poco a poco fuimos a más y pasó lo que todos conocen. Claro que es posible, a pesar de que la deuda es grande. Sé que se trabaja bien, que los números rojos van a menos, y pronto llegarán futbolistas que acompañen. Además, el Dépor tiene una ventaja. Es un club con solera. Le hablas de él a un jugador que quiere venir y ya le sienta de otra manera.