"Osasuna siempre fue un equipo fuerte, poderoso y ahora, sin responsabilidad, es aún más peligroso. La gente allí es fenomenal, no se va a poner en su contra". Pocos más indicados en A Coruña que Eduardo López Beci, blanquiazul entre 1964 y 1974 y a préstamo en el equipo navarro en la temporada 1966-67, para explicar los entresijos y la idiosincracia del conjunto de El Sadar, para desentrañar con qué escenario se topará el grupo de Mel en la final de este fin de semana. A pesar de los contratiempos surgidos y las dificultades que se encontrarán en la matinal del domingo, el ex ariete es optimista respecto al futuro del equipo: "Estoy seguro de que el Dépor se va a salvar. Igual ya le llega con lo que tiene, pero sobre todo debe mentalizarse de que está en su mano. A mí que el Madrid le meta seis no me preocupa. No sé qué habrá pasado porque en los dos o tres primeros partidos de Mel el rendimiento fue magnífico. Le falta oponerse al contrario, dar batalla...".

"Le guardo un cariño tremendo a Osasuna. Estuve solo un año, pero me sentí muy apreciado". Beci se retrotrae cinco décadas para explicar aquellos meses en Pamplona, que le marcaron y que supusieron el impulso definitivo para tener una oportunidad en A Coruña. Dos años antes ya había debutado en el primer equipo, pero los vaivenes del conjunto ascensor y las urgencias habían colocado a algunos fichajes por delante y se había estancado su progresión. El Dépor fichó a Sertucha del Osasuna y en el trato incluyó el pase de Escolá y la cesión de Beci. El equipo rojillo al principio se resistió, pero accedió, no pudo tomar mejor decisión. "El préstamo era por dos años y ya me reclamó el Dépor al primero. Hice muchos goles, fue uno de mis mejores años. Fue la consolidación", apunta mientras desliza que el destino le pudo haber llevado por otro camino. "Tras aquel año, el Barcelona vino a hablar conmigo. Se llevaron a Zabalza y querían que yo fuera con él, pero entonces era imposible salir de un equipo si no querían vender y el Dépor ni negoció".

Aquellos meses de pasantía, además de su irrupción en el fútbol profesional, le sirvieron para quedarse prendado de un club, de unos gestos y de la mística de fútbol del norte que, por entonces, destilaba el campo de San Juan y que ha acabado heredando El Sadar. "En aquel estadio había todavía más presión que en este", ríe. "Para mí era magnífico. Una caja de cerillas, pero perfecto. Tenía referencias para el remate, todo. Una de las cosas que más me llamó la atención cuando llegué allí fue que para los rivales era una odisea los saques de esquina. Cada vez que iban a sacarlos, le daban paraguazos desde la grada".

"Noté cariño". Era la primera vez que abandonaba A Coruña y allí se sintió querido y comprendido. Incluso cuando se confirmó su marcha le hicieron algún homenaje que le llegó al alma y que aún recuerda. "Cuando me despedí hubo un acto en Los Jesuitas con niños y con gente de allí. Cuando entré al lugar, me pusieron el himno gallego. Me emocioné. Para mí, que estaba fuera de mi casa, fue algo muy especial". Unos meses más tarde regresaba con el Dépor, ya a El Sadar, y el equipo coruñés lograba su primer triunfo en territorio navarro, unos meses más tarde ascendía a Primera, categoría en la que Beci batió marcas goleadoras como coruñés en Riazor hasta que Lucas arrasó con todo. Hoy le enseña el camino y advierte al Dépor.