Es casi imposible encontrar en su era moderna un nivel similar de hartazgo al que vive en estos momentos el deportivismo. Ha padecido situaciones peores, sin duda, pero parecían ser provisionales, camino de recuperar la senda que le llevó a ser un club diferente, una alternativa, un símbolo del que sentirse orgulloso cuando el balón empezaba a rodar. La sensación de caminar hacia ninguna parte, de estancamiento, de ser el menos malo entre los mediocres, de dar y no recibir, sumada a la ruleta de técnicos y a la desafección de algunos jugadores ajenos a esta realidad, le han metido una presión crítica a la olla exprés de Riazor. Ya ha silbado de manera tímida, puede ser un juego de niños comparado con lo que viene. El camino hacia ninguna parte es tal que, aunque el Dépor se salve frente al Espanyol, para algunos no será un motivo de alegría plena. Sí, respirarán muchos aliviados, pero la erosión se lo va comiendo todo.

La grada está a flor de piel y es normal. Pepe Mel, descolocado, se ha encontrado con una plantilla a la que no consigue activar. Su discurso varía semana a semana del palo a la zanahoria sin paradas intermedias. El domingo felicitó a sus jugadores. Es entendible, con matices. El Dépor viene de la nada ante el Real Madrid y la Real Sociedad y verlos remontar, agarrarse al balón durante algunas fases del partido, ocupar más racionalmente el terreno de juego y casi ganar, aunque fuese ante el colista y descendido, es como la alegría-conformismo después de haber podido comer arroz en blanco y pescado cocido tras una gastroenteritis. También explica en qué punto ve el técnico a su equipo. Muy, muy bajo. Hay parte de verdad en las palabras del madrileño, pero otro error individual en los minutos iniciales, el tembleque antes del 1-1, la incapacidad para imponerse al principio de la segunda parte y para cerrar el encuentro impiden verlo de color de rosa. Seguro que él tampoco lo siente así de puertas para dentro. ¿Debe ser totalmente franco? ¿Cómo se gestiona de manera eficiente los mensajes públicos a esta plantilla?

Muchos deportivistas no entendieron estas palabras del madrileño, aunque en realidad son algo menor. Pepe Mel no ha logrado mejorar de manera nítida al equipo, como cabeza visible está centrando parte de las críticas. ¿Es justo? ¿Otra vez es solo culpa del técnico? Los errores de Guilherme y Juanfran vuelven a apuntar a los jugadores y a la arquitectura de la plantilla. Se han cansado de regalar goles en los instantes iniciales de los últimos partidos, hasta hacen turnos para ser fieles a esa cita. Desde el último encuentro de la primera vuelta Mateo García, Adrián González, Sergi Enrich, Garay, Sarabia, Morata y Steven Mondragón se han dado el lujo de marcarle antes del minuto quince. 7 tantos (6 a domicilio) en 17 partidos. Demoledor. Siempre a remolque, siempre tarde.

A estas alturas parece casi imposible plantearse una tregua en Riazor pero no estaría mal contemplarla para el domingo y más cuando no estarán sobre el césped elementos distorsionadores. Quizás el Sporting ya se 'encargue' un día antes de hacer el trabajo por los coruñeses, pero es muy factible el escenario de un Dépor-Espanyol decisivo. Noventa minutos para finiquitar el trabajo, para que reciban el apoyo que quizás no merecen. Riazor sabrá qué hacer. Ya habrá tiempo de ajustar cuentas (ojalá que sea en Primera División), de abrir la herida y limpiar. No es la primera vez que ocurre en estos últimos años. La duda es si anteriormente se desinfectó bien.

Luisinho, el nuevo Fede

Entre tanta medianía y relajación, hay un futbolista que está llenando los ojos del deportivismo en las últimas semanas: Luisinho. El portugués parece haber tomado el relevo del Fede Cartabia de la campaña pasada. Activado, en el mejor momento de la temporada, aprovechando su oportunidad después de haber sido suplente en muchas fases. Sus prestaciones como interior, además de elevar su estatus en la plantilla, son la constatación del agujero en las bandas de este equipo. En cuanto ha sido capaz de encontrar a un futbolista que, sin excesos, conozca el oficio, ensanche el campo y equilibre al equipo, ha tapado el agujero negro en esa zona en las últimas semanas. Luisinho reclama con fútbol una renovación después de haber tenido los dos pies fuera del equipo el pasado verano.