La cara de Alejandro Arribas lo decía todo. Andone, teléfono en mano, azuzaba y buscaba en él un atisbo de alegría. Nada. A duras penas y sin intimidad en su vestuario, esbozaba una forzada media sonrisa. Le era imposible despegarse de la tensión, del alivio y en parte de la culpa por haber prolongado un sinsentido; contadas explosiones de júbilo. Así dos minutos de grabación para su Facebook en los que el rumano buscó la complicidad de sus compañeros. Él lo sentía así, respetable. Algunos se animaron, no muchos y sin excesos. El vestuario se dedicaba a respirar tras sentirse ahogado durante meses.

El Dépor certificó el domingo su presencia en Primera por cuarta temporada consecutiva. Para un club con seis títulos y que ha pisado unas semifinales de Champions parece un dato baladí, no lo es. El club coruñés es más que sus 20 años mágicos y disfrutará desde agosto de su tercera mejor racha de permanencia en la máxima categoría, solo por detrás de sus estadías entre 1948 y 1957 y 1991 y 2011. La etiqueta de equipo ascensor no es un brindis al sol. La perspectiva, saber lo que has sido no está reñido con la crítica. Se puede ser modesto y conocedor de tus orígenes y profundamente ambicioso a la vez. Se llama identidad, proyecto, ese que te lleva a avanzar, aunque sea a pasos diminutos, y que cuesta ver en la faceta deportiva de este club. No hay nada que enerve más a una afición que el deambular hacia ninguna parte, la falta de rumbo, el talento desaprovechado, el desapego. Tampoco ayuda el hartazgo por tanto sufrimiento en los últimos seis años y los euros contados que ofrece el límite salarial, pero hay que ir más allá. El análisis no se puede quedar en la superficie. Conviene una profunda reflexión, un volantazo y que se tomen decisiones.

El Dépor fue un equipo en Vila-Real. Si hubiera salido con esa actitud y tensión en la mitad de los partidos a domicilio esta temporada, la salvación habría llegado hace dos meses. Los técnicos evitan hablar de suerte para explicar los lances del juego pero es difícil descifrar ese fallo de Bakambu a puerta vacía sin buscar alguna razón incontrolable, elevada. El grupo reaccionó, por fin, y volvió a demostrar que solo funciona a favor de corriente, cuando nadie lo espera o en el momento que ve el precipicio ante sí. Le cuesta un mundo ser regular, el día a día, los objetivos a medio y largo plazo. De manera consciente o inconsciente, el equipo se vio salvado hace semanas y soltó el músculo. Ningún técnico parece capaz de activarlo. Sí tienen fútbol con el balón en los pies, a unos cuantos les falta ese gen competitivo, uno de los fallos de planificación. Hay que buscarlo en el mercado.

El Dépor cerrará la Liga el sábado en Riazor. No habrá excesiva fiesta. Con la distancia emocional del alivio por la permanencia, habrá quien ni vaya al duelo como señal de protesta por un año inaguantable, otros asistirán como quien presencia el Teresa Herrera y otros aprovecharán la ocasión para mostrar su enfado. Todas las reacciones son lógicas. La crítica justa y sin fijaciones es el primer paso para mejorar y pocos se salvan en todos los estamentos del club a nivel deportivo esta temporada.

El aplauso al ausente Lux

Quien podría escapar a este silbido generalizado y levantar algún aplauso es Germán Lux. El argentino ha vuelto a protagonizar esta temporada su enésima versión de Lázaro. Otra vez y cuando menos se le esperaba, se levantó, anduvo y paró, se hartó de parar. En sus manos, en sus atajadas llenas de reflejos, estuvo gran parte de la salvación. El domingo y tantos días en la segunda vuelta de este Dépor de mínimos en una temporada de récords negativos en Primera. Su empujón a Soldado fue de inconsciente y pudo estropear todo. Gracias Gil Manzano. Vio una amarilla, cumplirá ciclo de amonestaciones y no podrá estar bajo palos en la tarde en la que se podría despedir de Riazor. Todo en el aire. El Dépor tiene una papeleta complicada en su portería. Su gran apuesta (Tyton) no funcionó y los dos outsiders (Rubén y Lux) estuvieron por encima de él en un puesto sobrecargado. Ahora mismo y tras lo ocurrido en los últimos meses, cuesta ver la portería blanquiazul sin Germán Lux, un capitán, un portero dispuesto a renovar. Una de muchas decisiones por tomar que deben aportar certezas a este club.