Riazor despidió el sábado la temporada más pendiente de lo que ocurriera en la grada que sobre el césped. Con la permanencia asegurada, el interés radicaba en comprobar de qué manera evaluaba la afición el discreto curso de los deportivistas. Los Riazor Blues ya habían anunciado sus intenciones unos días antes de la visita de la Unión Deportiva Las Palmas mediante un duro comunicado en el que cargaron contra la directiva y la plantilla, pero la respuesta del resto del estadio se presentaba como una incógnita. En un partido con aroma a trámite que Andone se encargó de allanar al comienzo, las miradas se dirigieron al graderío en una especie de plebiscito a la gestión del club este curso y al mismo tiempo sobre el papel que deben desempeñar los propios aficionados. Las críticas de los Blues acabaron engullidas por los reproches del resto del estadio, que les afearon la conducta en una tarde en la que Riazor prefería que se mantuviera el espíritu festivo que se respiró en los exteriores con motivo del Día de las Peñas. Se marcharon los Blues en el minuto 30 como habían anunciado y la grada terminó haciendo la ola para cerrar de manera contradictoria una temporada con un balance de 36 puntos (ocho victorias, 12 empates y 18 derrotas). El rendimiento volvió a quedarse por debajo de las expectativas, pero la salvación representa el mejor de los consuelos para el club y parte de sus seguidores.

Un partido con trampa. El encuentro se presentaba como un trámite peligroso para el equipo. Las decepciones de las últimas semanas, sumado al ambiente enrarecido que se respiraba entre los aficionados, obligaban a los deportivistas a ganar a Las Palmas para evitar que el incendio fuese a mayores. Riazor merecía además una alegría, por mínima que fuera, después de la paciencia que demostró a lo largo de una temporada en la que estuvieron muy racionadas. Andone se encargó de despejar la incertidumbre en la primera ocasión de la que dispusieron los blanquiazules y a partir de ahí todo fue más sencillo para el conjunto de Pepe Mel. Colaboró el equipo canario, desertado de la competición desde hace ya semanas, y el Deportivo pudo marcharse al descanso con una ventaja de tres tantos en el marcador. Andone se erigió en protagonista con un gol más y por la celebración del primero, arriesgada en una tarde como la de ayer.

Andone, pichichi y desliz. El delantero rumano no midió lo suficiente las reacciones que podría despertar al llevarse las manos a las orejas tras el tanto que permitió encarrilar el encuentro. La prueba fue que Laure fue a abrazarlo tratando de que disimulase el gesto, pero ya era tarde. Señalado por los Riazor Blues en su comunicado, la acción de Andone se reveló innecesaria tal y como se presentaba la tarde, pero el volcánico jugador terminó marchándose ovacionado del campo cuando Mel decidió sustituirlo. La grada prefirió reconocer la temporada de su delantero, máximo goleador del curso con doce tantos, por encima de polémicas que la mayoría entendieron estériles. En el enfrentamiento de la grada aflora la división entre los que exigen una evolución por parte de la entidad y los que prefieren ser más comedidos.

Una reconciliación necesaria. El club, sin embargo, necesita afianzar su crecimiento a partir de la unidad de los aficionados, comprometida ya demasiadas veces en las últimas temporadas. Riazor acabó el sábado lanzándose reproches, lo que ya deja en herencia un problema de cara a la temporada que viene. El equipo arrancará el próximo curso con los ecos de lo sucedido en el estadio ante Las Palmas y con varios jugadores señalados. Algunos de ellos continuarán el año que viene, pero otros no. Eso vuelve a colocar a la dirección deportiva en la necesidad de acertar en la configuración de la plantilla.

La construcción del futuro. La secretaría técnica con Richard Barral a la cabeza tendrá su mayor desafío durante este verano. La configuración de la plantilla se ha puesto en entredicho desde que arrancó la temporada, primero por el perfil del entrenador escogido para dirigirla (Gaizka Garitano) y después por el discreto rendimiento ofrecido. Pocos han cumplido con las expectativas en un curso irregular, pero Pepe Mel ya ha avisado que no se producirá una limpieza en el vestuario. Tarea del entrenador será consensuar la configuración del equipo y solucionar los problemas que parecen repetirse como un patrón para acabar con unos reproches por parte de los aficionados que también son parecidos en estos últimos años.