El Fabril disputó varios partidos en uno, como revivir de nuevo toda la temporada, para finalmente hacer hincar la rodilla al Cacereño y plantarse en Segunda B. La mano salvadora de Álex Cobo y los zarpazos de Borja Galán y Álvaro Queijeiro en momentos clave le otorgan la oportunidad y el honor de jugar en la categoría de bronce, uno de los grandes objetivos del club esta temporada. Primero sufrió, luego supo aguijonear, más tarde le tocó contemporizar y sufrir y finalmente mandó a su pegajoso rival a la lona con otro derechazo.Ya solo quedaba festejar. Mañana de fiesta en Riazor.

Cristobal no varió nada para que todo cambiase en el inicio del duelo. Con el mismo guión y protagonistas del Príncipe Felipe de Cáceres anhelaba que las mejores condiciones del terreno de juego de Riazor hiciesen aflorar el fútbol de sus pupilos y que la balanza se acabase desnivelando a su favor con cierta facilidad. Nada más lejos de la realidad. El Cacereño pronto demostró que ni le imponía el escenario ni la oportunidad. No renunciaba a su fútbol directo y la novedad era que tampoco se mostraba incómodo cuando tenía que jugar, triangular y rasear el cuero. No avasallaba al filial, sí le plantaba cara. Había partido, mucho partido.

En torno al cuarto de hora se produjeron dos acciones que favorecieron al Fabril y le dieron ciertas alas. En el trece se salvó al anular el colegiado de manera justa un tanto al verde Copete y en el 18 la insistencia de Borja Galán logró que Pablo Molina se cargase con una amarilla. A partir de ahí, entre que el ex del Getafe fue el mejor del duelo y que el defensa extremeño estaba muy expuesto a la expulsión todo el caudal ofensivo fabrilista empezó a volcarse hacia esa zona.

Al Fabril le podían los nervios y no conseguía imponer su fútbol, a la media hora empezó a asentarse. El Cacereño seguía siendo un rival áspero y que se mostraba a gusto en el repliegue, pero poco a poco comenzaba a jugar más en su campo. Gradual. Tocaba masticar, sufrir.

Todo lo atragantando que fue el primer acto fue liberación en el arranque del segundo. Un control largo de Jardel al borde del área le dio unos centímetros a Borja Galán y,que se inventó un disparo cruzado imposible para Camacho.

Ni un minuto y llegaba la alegría. Todo cambiaba para el Fabril y también para el Cacereño, que debía dar un paso al frente. Ahí ya le costaba más y se les veían las costuras. Pronto llegaron los cambios, tampoco les funcionaban en exceso. Los extremeños, todo por empuje y con balones largos. Fue entonces el momento de Pinchi. Cogió la pelota, se la quedó y fue desquiciando y cargando de tarjetas a sus rivales.

El filial vivía relativamente cómodo en una situación de mucho riesgo. Estaba expuesto, a pesar de que la sensación externa no fuese esa. Un gol y se quedaba sin el anhelado ascenso a Segunda B. Riazor estaba confiado, pero vivía el momento con cierta incertidumbre. Y sí, hubo susto. De los grandes. Un balón suelto en la corona del área y la mano de Álex Cobo a disparo de Gerard fue salvadora. A más de uno se le aparecieron todos los fantasmas.

Del susto a la alegría plena. Álvaro Queijero, capitán, jugó la pasada temporada en el Pontevedra en Segunda B y debía estar esta mañana de baja por unos problemas en el hombro, pero aguantó carros y carretas y se llevó el premio. Otro zarpazo desde la frontal y 2-0. Estalló la grada y el grupo de chavales comandado por Cristobal. El ascenso estaba en el bolsillo, solo había que festejar y el escenario era inmejorable, Riazor, el estadio en el que muchos de estos jóvenes anhelan cumplir sus sueños. Hoy, el primero.