Andone empieza como hizo en la pasada temporada, con la persiana bajada en la portería del adversario. Tardó en entrar en racha y a partir de estrenarse como goleador fue ya todo seguido. Ayer tuvo tres, dos acciones en jugada elaborada y un penalti, todas él solo ante Navas. No acertó en ninguna. La última, la del disparo desde los once metros, sería ya anecdótica. Las dos primeras podrían haber asustado un poco más a los visitantes. Si llega a marcar una de ellas -mejor las dos, pero nunca se sabrá si tras anotar en la primera se hubiese producido la segunda-, el partido podría haber tomado otro giro. Podría. Nunca se sabrá. La diferencia está en que el Madrid sin apenas inquietar estaba con dos goles de ventaja a la mitad de la primera parte.

El fútbol es así, que se suele decir desde hace mucho tiempo. Con adversarios tan potentes como el madridista tienes que hacer todo perfecto. Hay que anotar cuando se tiene la oportunidad y no hacer ninguna concesión en defensa. El Deportivo falló en los dos aspectos. Lo hizo en ataque, con los remates fallidos de Andone; lo hizo en defensa en los dos primeros goles. Modric dispara libre de marca desde el borde del área, Rubén no acierta a detener y el rechace va a Bale que está libre de marca. ¿Por qué? También remata bajo palo, prácticamente, Casemiro en el segundo tanto. Cabe la misma pregunta. Esa falta de solidez acabó con un equipo que había enseñado sus uñas antes de que el poderoso adversario mostrase sus garras. Casi ni le hizo falta.

Con esos dos goles el partido llegó a su fin. Solo se trataba de no acabar humillado, y tampoco de dejarse pisotear, que eso quiso hacer el colegiado y alguno de los futbolistas blancos, uno en concreto: Sergio Ramos. Parece un pistolero que campa a sus anchas por los campos de fútbol con el permiso de los árbitros. Un manotazo en la cara de Schär significa para González González una simple tarjeta amarilla para el andaluz. También para el suizo por ¿poner la cara? No es excusa porque el Madrid ya tenía el partido ganado, solo es el reflejo de lo que sucede con Ramos cada vez que se enfrenta al Deportivo. El año pasado había sido Sidnei.