De mal en peor va este Dépor, incapaz de mostrar el nivel que se le presupone, pero que no aflora con el paso de las jornadas. Y ya van seis. Seis desastres consecutivos, salvo el espejismo del pasado miércoles ante el flojísimo Alavés. Claro que ayer el que estaba enfrente no era el colista sino un Espanyol bien plantado y mucho más metido en el partido que el equipo coruñés, empeñado en salir al campo a verlas venir. Otra vez se vio obligado a tener que remar contra corriente tras regalar los primeros minutos. Cuando se dio cuenta de que la competición no espera por nadie, ya perdía 2-0. Luego reaccionó, mereció meterse de nuevo en el partido y lo consiguió con la pifia de Borges, pero acabó goleado por su extrema fragilidad defensiva, sobre todo en los costados. Desatenciones, brazos bajados, falta de contundencia en las dos áreas? Definitivamente, el Dépor ha entrado en bucle, instalado en una peligrosísima espiral que lo arrastra irremediablemente hacia el hoyo. Sigue en descenso y, lo que es más alarmante, no da señales de vida. A Pepe Mel se le acaba el crédito y no es el único que debe reaccionar.

Su tranquilidad, la de todos, duró tres días, los que transcurrieron desde la victoria ante el Alavés hasta la durísima derrota de ayer. De la esperanza a la depresión. Así, de golpe y porrazo. Cinco minutos tardó Baptistao en poner el partido cuesta arriba para el Dépor. Se coló entre los dos centrales y remató solo mientras le defendían con la mirada. Lejos de espabilar, el equipo coruñés tardó unos cuantos minutos más en entrar en el partido pese a un par de intentos de Fede Cartabia de sorprender desde lejos. Gerard Moreno, en el 20, cabeceó fuera sin oposición en otro error grave de la defensa. El Espanyol seguía con un par de marchas más y tres minutos después se encontró con el premio a la insistencia. Piatti sacó de esquina y nadie fue capaz de despejar el balón, que Arribas envió de forma involuntaria hacia su portería.

Con el 2-0 el Dépor no tenía más remedio que espabilar. Jugó lo que el Espanyol le dejó, amasando el balón casi siempre lejos de la portería de Pau López. Muchas triangulaciones entre Çolak, Guilherme y Borges, por lo general improductivas. Otra jornada más daba la sensación de que faltaba un plan para atacar como bloque, no solo a hombros de las individualidades, que las hay y buenas. El Dépor necesitaba un gol antes del descanso y lo intentó de todas las maneras, incluso por mediación de Schär, que salió de la cueva para romper líneas con el balón y acabar él mismo la jugada con un disparo duro que paró Pau. Çolak también finalizó un par de veces con peligro, primero con una volea que se fue fuera por muy poco y luego con un disparo ajustado que salvó el portero. Crecía el Dépor ante un Espanyol demasiado metido atrás al abrigo de su favorable resultado. Mandaban los catalanes en el marcador, pero en el campo el dominio era claramente visitante. El 2-1 debió llegar bastante antes. Un centro-chut de Lucas desde la izquierda fue la última aproximación del Deportivo antes del descanso.

Tras la reanudación, más de lo mismo, con dos remates clarísimos del equipo coruñés nada más regresar del vestuario. Guilherme falló lo más fácil, solo ante Pau, y poco después fue Cartabia el que volvió a intentarlo. El Dépor era tan blando en el área contraria como en la propia. Necesitó un golpe de fortuna para batir a Pau tras una gran acción personal de Luisinho. Ganó la línea de fondo, envió el balón al corazón del área y Borges convirtió su remate defectuoso en un disparo a la escuadra (m.53). Había partido y al Espanyol le entraban las dudas.

Durante casi veinte minutos, hasta el infantil penalti de Arribas, el Dépor creyó de verdad en poder arañar algún punto. Ya con Andone en el campo, desplegó todo su arsenal ofensivo en busca del segundo, aunque fue Borges, esta vez con la cabeza, el que acarició empate poco antes de que el encuentro quedara sentenciado con el 3-1. Nació de otro ataque local por la derecha. Arribas se equivocó al tratar de salir con el balón jugado en vez de despejarlo y acabó derribando a Granero (m.72). Penalti claro, que Gerard Moreno lanzó abajo y ajustado, donde más le duele a los porteros tan altos como Pantilimon. El rumano regaló el cuarto con un pase a Sergio García, pero no fue él sino Gerard Moreno el que lo anotó, ya en el descuento. Otros cuatro goles en contra, quince en seis jornadas. Lo de siempre. Una especie de bucle del que el Dépor, de momento, no es capaz de salir.