El Dépor abandonó el miércoles Riazor con una sensación un poco irreal, ese autoengaño que a veces te dan las victorias. Tres puntos, un poco de aire del paseo marítimo en la cara camino de casa y la ilusión de que en el futuro todo irá a mejor. Lo dijo Mel, lo alimentaron los jugadores. El deportivismo torcía el morro. El domingo, el Espanyol, le puso de nuevo ante el espejo, ante todas sus imperfecciones. Y era casi imposible aguantarle la mirada.

Cuando no se desangra por su desorganización, lo hace por sus errores individuales. En cuanto le suben el listón de la exigencia, se revela su incapacidad. El equipo se planta en la jornada seis dándose de bruces con sus miserias como pocas veces en el último lustro. En Primera solo aquellos equipos alocados, vulnerables y fallones de Oltra y Víctor Fernández le aguantan el tipo a este grupo imperfecto de Pepe Mel. Y con el agravante de que este verano el club y la secretaría técnica se han manejado con la cartera mucho más holgada que en 2012 y 2014. En su momento debía ser tomado como un atenuante, ese razonamiento ahora ya se va agotando.

Más allá de los repetitivos goles madrugadores, de los fallos puntuales, del agujero de la banda izquierda, de los problemas en la creación en los primeros minutos, de la falta de respuesta a los tantos postreros y del sobresalto que produce Pantilimon en cada acción comprometida, da la sensación desde hace años de que el Dépor planifica solo en un solo sentido, en una marcha, sin echar la vista atrás ni matizar. Nadie duda de la calidad de muchas de sus apuestas ni de su capacidad para revalorizarlas y convertirlas en activos en un club que los necesita, pero pasan los veranos y no se acude al mercado para solucionar los errores del invierno, del pasado, no se añaden registros a la plantilla, no se aprende de lo que ocurre entre agosto y mayo. Parte de los problemas vienen de la desorganización defensiva y ofensiva del grupo, hay contrataciones (futbolistas y técnicos) con ciertas aptitudes que pueden ayudar a corregir deficiencias y potenciar las virtudes que tanto aprecian.

Algunos de los agujeros del Dépor estos años han estado en la portería, en la zona de pivotes-centrales y en el banquillo. Y da la sensación de que cada verano nunca es una prioridad solucionar estas deficiencias. A veces solo se pretende sumar calidad y cuanto más arriba se haga, mejor, algo nada criticable. Aun así, para que brillen las apuestas individuales hay que darles sustento con un entramado para desarrollarse, con un equipo.

Desde que se lesionó Fabricio no ha gozado de un portero que dé puntos y transmita tranquilidad, solo contadas apariciones de Lux le dieron alivio. Este verano por fin existía un remanente y se pospuso, se pospuso hasta que casi queda fuera de la lista de la compra. Y con el agravante de dejar volar al argentino, una decisión lícita y más que entendible si hay un recambio o, al menos, el que llega mejora lo que hay.

El pasado también apuntó que el Dépor echaba de menos un futbolista en la zona de pivotes (o en su defecto en la retaguardia) que aportase jerarquía y liderazgo, que equilibrase al equipo, que le diese un plus en ese otro fútbol que a veces tanto echa de menos. Siete faltas ante el Espanyol. Nadie duda del potencial de Schär y Fede Valverde y son bien recibidos. ¿Era necesaria tanta continuidad en una zona que no ha funcionado? Está bien defender unas ideas, no tocar nada para que todo cambie no suele ser la premisa más acertada.

Y el entrenador, el gran debe. El líder del banquillo ha sido algo secundario en los últimos proyectos. Poco a poco la machacona realidad hace más patente su importancia. Garitano fue la única apuesta, el resto, elecciones sobre la marcha en un mercado con cuatro cosas contadas. En ocasiones porque lo dictaban así las circunstancias, en ocasiones por no tomar incómodas decisiones en verano. Pocas veces ha parecido que los entrenadores y el material que se les ofrece vayan en el mismo camino, que mezclen bien. Y se crean dinámicas de las que es difícil escapar y que generan una endémica inestabilidad. En Barcelona fue de los menos culpables Mel, pero el Dépor ha aparecido ante su afición casi en todo momento esta temporada como un equipo desorganizado en defensa y en ataque. Sí, ha habido algún oasis, queda mucho desierto hasta mayo. No parece un bagaje sostenible a punto de arrancar octubre. ¿Quién ve al técnico reconduciendo esta nave? Que el consejo se siente y tome decisiones. Si cree en él, adelante. Si no es así, que no posponga lo inevitable y que hile fino en el sustituto.