Al Deportivo no le llega con lo que tiene, ni siquiera ante rivales tan tiesos como el Girona que pasó ayer por Riazor y que quizá se llevó un premio excesivo. No le alcanza y acaba preso de sus nervios, de la ansiedad y del desorden que transmite la mayor parte del tiempo su juego. Ayer recuperó su peor versión, la más anárquica y visceral, y acabó agarrado al sálvese quien pueda en un compromiso que se presentaba como trascendental para alcanzar la zona templada de la clasificación. Este Deportivo, sin embargo, no merece esa tranquilidad.

En un arranque de la primera parte sin gobierno, salió más beneficiado el Girona, hábil para resguardarse de manera ordenada con tres centrales por detrás de una línea de cuatro centrocampistas. Allí donde el Deportivo se atascaba para llegar con la pelota en condiciones al área rival, el conjunto de Machín encontraba los espacios para plantarse en la portería de Francis economizando al máximo los desplazamientos del balón.

No terminaba de ajustarse el Deportivo ni de encontrar fluidez a través de Çolak, Valverde y Cartabia, así que empezaron aflorar los pases de 40 metros hacia Lucas. El plan previsto no debía ser ese porque enseguida el coruñés le afeó a Albentosa un servicio en largo desde la defensa.

El delantero prefería buscar la profundidad, aunque eso le llevara a caer hacia el costado izquierdo en varias ocasiones para tener participación y al mismo tiempo desatascar el ataque deportivista, empeñado en insistir por el centro a pesar de que para nada inquietó al Girona con esa propuesta.

Fue buscar resquicios por las bandas y cambiarle la cara al equipo. Juanfran se asoció con Cartabia por la derecha y Luisinho aparcó la timidez, de manera que el Deportivo encadenó los mejores minutos de una primera parte gris. Rondó el gol en un par de acciones hasta que enterró esa reacción a través de una jugada con dos vertientes.

Cartabia recibió una pelota en zona de tres cuartos, escorado hacia la derecha, y porfió ante la presión de dos rivales que terminaron por arrebatársela ante las protestas del argentino, que reclamaba una falta inexistente. El Girona armó entonces más mal que bien un contragolpe peligroso con los deportivistas completamente descolocados. Hasta en dos ocasiones pudo abortar Sidnei el peligro, pero el rechace siempre favoreció a los visitantes. La fortuna parecía estar con los de Mel, porque el centro con el que el Girona trató de finalizar la jugada llegó franco a las manos de Francis.

64

El Deportivo cae ante el Girona en Riazor

Albentosa, sin embargo, decidió devolver el regalo con un agarrón que no pasó desapercibido para el árbitro. No está claro si Gil Manzano castigó el ligero empujón o más bien la torpeza del central, que después de su buen partido en Eibar obtuvo la recompensa de conservar la titularidad. Sea como fuere, el colegiado extremeño comenzó a dejar su sello en el partido.

El tanto no le sentó bien a los deportivistas, precipitados con la pelota y dificultades para ordenarse sin ella. Guilherme sostuvo al conjunto de Mel en esos momentos de zozobra mientras que Riazor comenzaba a impacientarse. Lo pagó principalmente Albentosa, silbado en cada acción, y en menor medida también con Francis.

El joven nigeriano había fallado en una salida al comienzo del encuentro, a lo que la grada respondió con un aplauso reconfortante, pero después estrelló el balón en el rival cuando trataba de desplazarlo en largo. El portero del filial, sin embargo, transmitió siempre serenidad en el que representaba su estreno en el estadio de Riazor.

Parecía más sereno que sus compañeros, lanzados a por el empate con más ganas que juego. Lo consiguió hasta en dos ocasiones, pero ahí volvió a emerger la figura de Gil Manzano.

Borges igualó después de una asistencia en el área de Albentosa, pero el colegiado interpretó que el central había recibido el balón en posición adelantada.

El juez de línea volvería a ajustar al límite el fuera de juego cuando Valverde volvió a nivelar el marcador para los deportivistas. El uruguayo recogió el rechace del portero y de nuevo el colegiado anuló la acción.

Gil Manzano aún ampliaría su ración de protagonismo en el partido al comienzo de la segunda parte con el penalti que supondría, esta vez sí, el empate deportivista. No se sabe tampoco si por remordimientos por todo lo anterior el extremeño castigó una carga de Ramalho sobre Lucas.

El Deportivo tenía el partido donde necesitaba, pero le comió la ansiedad. Perdonó Adrián nada más saltar al campo y pocos minutos después Cartabia tras un servicio extraordinario del asturiano, pero sobre todo naufragó para gobernar un encuentro que desembocó en una colección de imprecisiones. Ahí consiguió su premio el Girona, con un tanto cortesía de la defensa deportivista. Lo que vino después fue el desorden total.