Esta semana se estuvo hablando mucho, muchísimo, del gol no concedido al Barcelona en Valencia y del penalti pitado al Tenerife, en una jugada un metro fuera del área, pero seguramente se vaya a hablar menos de una acción clave ayer en el Sánchez Pizjuán, cuando Schär roba en campo propio, avanza, desplaza a banda y trata de llegar al área sevillista para rematar, pero se encuentra con Banega que le da una patada sin estar el balón cerca y el árbitro, a cinco metros, no pita ni falta. El reglamento es claro, dice que una patada sin balón supone la expulsión, en este caso del jugador sevillista, lo que llevaría al equipo local a jugar con diez durante más de sesenta minutos con lo que cambiaría el encuentro. En cuanto al partido en general, Cristóbal aun jugando con Valverde, Guilherme y Borges cambió de sistema con respecto a otros partidos, ya que colocó al costarricense por delante de la línea de medios para acompañar a Lucas y frenar la salida de balón del Sevilla tapando a Pizarro. No hizo una mala primera parte el Deportivo, pero quedó empañada por una grave falta de atención en el último minuto en un saque de banda. Cierto es que también el árbitro dejó sacar desde donde el Sevilla quiso y no en la zona por la que salió el balón. Esperó el míster blanquiazul al minuto 60 para hacer los cambios. El primero fue dar entrada a Andone, que no mejoró en nada el equipo. Quizá hiciese más falta alguien que se convirtiese en referencia en la línea de tres cuartos del equipo y jugase con más sentido para generar ocasiones de gol. Después, el partido se acabó con el segundo gol sevillista en un disparo que se le cuela a Rubén. En definitiva, mismos fallos individuales que perjudican al equipo y unos cambios que no mejoran nada. Mucho le queda que trabajar a Cristóbal para poder alcanzar la zona tranquila.