Por más que lo desee, el Deportivo no es capaz de mudar de piel. Aunque trate de encontrar soluciones a sus problemas mediante recetas distintas, acaba siempre perjudicado por las mismas flaquezas. Volvió a ocurrirle en Sevilla, donde arruinó en tan solo diez segundos por su falta de contundencia defensiva una primera parte decente. Un error común de los deportivistas, que no por familiar lo hace menos doloroso. Lo mismo ocurre con la portería, camino de convertirse en un sainete después del fallo protagonizado por Rubén en el segundo tanto de los sevillistas. El equipo de Cristóbal afronta así en cada compromiso un doble desafío: superar a los rivales y al mismo tiempo compensar sus propias debilidades. El técnico alude después de cada tropiezo, volvió a hacerlo tras la derrota en el Sánchez Pizjuán, a la ausencia de un espíritu competitivo del que ya hace mucho que se carece. Esta carencia, sin embargo, tiene más de estructural que de algo simplemente pasajero y responde a la incapacidad del club en las últimas temporadas de adaptarse a una propuesta acorde a lo que trata de implantar desde los despachos como parte de su estrategia deportiva.

Sin estilo y sin solidez. De la ausencia del primero deriva lo segundo. El Deportivo lleva dos temporadas y media en busca de una identidad que no termina de abrazar. Fue un equipo reconocible con Víctor Sánchez del Amo, pero el resto de equipos de la categoría se familiarizó demasiado pronto con los planteamientos del madrileño y después fue incapaz de modificar su libreto, aunque lo intentó. Tuvo momentos de inspiración con Garitano, pero la improvisación se ha convertido en el principal recurso para salir del paso. Entremedias, el club ha ido nutriendo la plantilla de jugadores con buen trato de balón mientras presumía de implantar una propuesta atractiva que permitiera crecer sobre el césped igual que en los despachos. La incorporación de jugadores como Cartabia, Çolak, Carles Gil, Andone o Lucas, sin embargo, no ha encontrado respaldo en el banquillo, donde se han sucedido entrenadores con un perfil en apariencia alejado de la filosofía que busca el club. Todos han pagado esas lagunas estructurales, el último Cristóbal, que se esfuerza por pulir a un equipo con demasiados problemas.

La defensa, el mayor de los males. El más preocupante es la debilidad defensiva de un conjunto que no dispone de una estrategia colectiva en ese apartado. En Sevilla esas carencias volvieron a mostrarse con toda su crudeza en el tanto que abrió el marcador. Un saque de banda a diez segundos del final de la primera parte desmontó todo el entramado deportivista, que hasta entonces se había mostrado eficaz a pesar del ímpetu exhibido por Nolito en el costado izquierdo. Cristóbal, en ese sentido, ha tratado de compensar las debilidades defensivas adelantando la línea. En el Sánchez Pizjuán funcionó mientras se mantuvo la concentración, hasta el punto de emplear el fuera de juego con mucha eficacia. El técnico deportivista pretende también que el equipo defienda lo más lejos de su área, pero la presión a la salida de balón del contrario continúa entre las tareas pendientes. Por momentos resulta anárquica y depende de la iniciativa de un solo jugador. El problema una vez más parece más estructural que coyuntural, lo mismo que la otra gran debilidad del equipo.

La portería, sin dueño. El error de Rubén en el segundo tanto del Sevilla añadió incertidumbre a una posición que no ha gozado de tranquilidad en toda la temporada. De nuevo, el problema tiene su origen en la planificación. Aunque la contratación de un portero era un objetivo prioritario al comienzo del verano, su llegada se fue postergando hasta que no quedó más remedio que contratar a Pantilimon, un descarte de Watford inglés sin apenas minutos en los últimos cursos, debido a la lesión de Rubén. El regreso del jugador de Coristanco se saludó como la posible solución a los problemas en la portería, pero tampoco se ha librado de las pifias recurrentes en esta posición.

Signos de esperanza. A pesar de todas sus lagunas y de que el equipo ya encadena cuatro partidos consecutivos sin ganar, ofrece síntomas que animan al optimismo. El Deportivo confirmó en Sevilla que tiene mejor cara cuanto más cerca del área rival está. Dispone de talento para crear ocasiones y en los últimos partidos ha podido contar con Adrián López, que por lo que muestra está llamado a ser un jugador capital dentro de los planteamientos de Cristóbal. El Deportivo, para lo bueno y para lo malo, será lo que logre obtener de Lucas, Adrián, Cartabia y un Carles Gil recién recuperado para la causa.