En el fútbol de alto rendimiento no es justo valorar un partido desde la premisa acierto-error. Un gol en el minuto tres condiciona y te obliga a cambiar de estrategia pero no puede resultar decisivo. La verdad es que hoy por hoy el Celta tiene claras cuáles son sus señas de identidad y el Deportivo no. A pesar de no tener totalmente el control del juego, las distancias entre las líneas del equipo vigués en las dos fases del juego fueron las correctas y los movimientos precisos. Empezó 1-4-3-3 y después modificó su dibujo a 1-4-4-2, cediendo iniciativa pero queriendo progresar siempre desde el balón y haciéndose consistente desde la portería. El Dépor con su 1-4-2-3-1 nunca tuvo el control del medio del campo y por lo tanto del juego pese a tener en numerosas ocasiones superioridad numérica. El cambio del medio tiempo dando entrada a Andone para prescindir del juego interior de Çolak y ganar en profundidad ofensiva siguió manifestando un fútbol discontinuo, sin precisión y con llegadas al área contraria más por impulso y empuje que por criterio específico. La falta de concentración y descoordinación en los dos primeros goles visitantes no tiene ningún tipo de justificación. Definitivamente la situación para el Dépor es preocupante, que no crítica. Lo que sí parece muy grave es la impotencia del equipo de no poder hacer más y la desconfianza que transmite a la afición y se está convirtiendo en resignación y pesimismo. Demasiado tiempo así, ya.