Once metros, un disparo errado y una actitud que lo cambiaron todo. Nada fue igual para los Dépor-Valencia y para el feeling entre ambas entidades y aficiones desde el 14 de mayo de 1994. 24 años de una relación más que incómoda que suponen simplemente algunos párrafos de un relato mucho más extenso. El equipo ché no fue odiado antes de esa fecha en A Coruña, aunque sí que es cierto que se caracterizaba por ser portador de malas noticias. Ganó la primera vez que pisó el Parque de Riazor de Las Esclavas en 1942 con un recordado durante décadas arbitraje de Mazagatos, también se impuso en la inauguración del nuevo Riazor y así en más de una ocasión justificó su condición de aguafiestas. "No se llevaban en absoluto mal antes de aquel día", asegura Carlos Pellicer, uno de los mejores futbolista coruñeses de la historia, que fue de los pocos que perteneció al conjunto ché y con el que visitó en alguna ocasión un Riazor en el que no notaba animadversión. Coincidió en aquel equipo con Manolete, presidente de los veteranos, que en 1972 protagonizó una venta récord. "Son etapas, circunstancias. Es normal que a veces haya tiranteces, pero ahora las relaciones son buenas".

Pellicer y Manolete son dos ejemplos de la excelsa cantera coruñesa que ahora no produce talentos al mismo nivel. Ambos destacaron en el Dépor y jugaron al máximo nivel en tierras levantinas; no formaron parte ni mucho menos de un Valencia menor. "Nadie daba un duro por nosotros, pero ganamos la primera liga del club en 30 años (1970-71)", defiende Pellicer, que llegó a aquel proyecto del Barça y que ahora está jubilado tras 32 años como médico en el Chuac. "Claramunt, Sol... No había excesivas figuras. Perdimos algunos partidos al principio, pero al final los fuimos ganando todos. El equipo lo formó Di Stéfano, el mejor técnico que tuve. Me comprendía, no marcaba las distancias, hablábamos de todo", relata con agradecimiento.

"Desde 1967 cada verano me querían el Madrid, el Atlético o el Valencia", avanza Manolete. "Yo era capitán y tenía mi vida enfocada en A Coruña, me sentía muy querido. Si me hubiera llegado con 22 años... Pero el club necesitaba el traspaso y me fui", confiesa el coruñés, que admite que en su marcha fue clave el exdeportivista Sánchez Lage, que en aquel momento era la mano derecha de Di Stéfano y capital en las contrataciones. Empezó con fuerza en un equipo que luchaba por todo y recuerda de manera viva un triunfo ante el Atlético, pero pronto vino la desgracia en forma de lesiones. La rodilla, la clavícula... Pasó ocho veces por el quirófano. Pellicer vivió el mismo calvario, en seis ocasiones fue operado del tendón de Aquiles. "Así nos llevamos tan bien, las penas juntos. El fútbol es bonito y desagradable. Carlos fue un gran jugador, pero es discreto, serio e introvertido y no se le reconoce tanto", confiesa Manolete. "Era un portento ya con 18 años en el Fabril (coincidieron). Él solo sacaba al equipo adelante", apunta Pellicer de su compañero.