De nada sirve rasgarse las vestiduras por la goleada del Bernabéu. La derrota ante el Real Madrid ni siquiera vale para sacar conclusiones sobre cosas a mejorar. En el Deportivo del pasado domingo no se vio nada que no se hubiese visto en derrotas más dolorosas como la del Celta o Málaga. Después de 11 partidos de Liga y una eliminatoria de Copa del Rey, Cristóbal Parralo no ha logrado cambiar la imagen del equipo.

Tomó la riendas de una plantilla que en 9 partidos había encajado 18 goles. Sin contar los 7 del Bernabéu, para no ser ventajista, sumaba 19 en 10 partidos con él al mando. Nada nuevo. La casa sigue sin cimientos. Más de lo mismo a la hora de acertar con la meta rival. 10 dianas en los 9 encuentros de su antecesor y 11 en los 10 partidos previos al Bernabéu. Ninguna novedad. Difícil calificar el relevo con otro adjetivo que no sea estéril.

Ahí está el único reproche que puede hacerse al Consejo de Administración. Errar en el director de orquesta. Claro que la plantilla está entre las 12 mejores de la Liga, lo que no hay, hasta ahora, es un equipo que esté entre los 17 primeros.

A los futbolistas también se les ha acabado el crédito. Ya no caben más frases vacías en la zona mixta. Que nadie dude que están "jodidos", que les esperan días "muy jodidos" y que son los primeros interesados en seguir en la élite, pero ha llegado el momento de que eso se vea sobre el césped. Hace mucho tiempo que el equipo no empuja a la afición, que no la levanta de sus asientos... y la grada también se cansa, aunque no será el sábado, por lo menos no hasta poco antes de las 3 de la tarde.

Ahora llega el momento de afrontar una Liga de 18 partidos en la que partes con 2 puntos de desventaja frente al rival que te permitirá conseguir una permanencia que ahora mismo se antoja complicada, muy complicada. Y precisamente la primera de esas 18 finales es frente a ese rival. Solo vale ganar. Así de sencillo.

No hay nada perdido pero sí mucho que perder.