Lejos de lograr sacudirse sus miserias en un partido que se presentaba como el propicio para abandonar los puestos de descenso y comenzar a enderezar la temporada, el Deportivo amplió su catálogo de desgracias. Este curso las había experimentado de todos los colores, pero la forma en la que se le escapó la victoria ante el Levante fue especialmente cruel. Lo reconoció el propio entrenador blanquiazul, Cristóbal Parralo, frustrado porque el conjunto no acaba de espantar el mal fario que padece. Los problemas de los deportivistas, sin embargo, no pueden reducirse a la mala fortuna que los ha perseguido desde el inicio del campeonato y entroncan también con unas debilidades futbolísticas que no terminan de corregirse. La igualada final del sábado fue especialmente dolorosa porque el conjunto de Cristóbal fue capaz de colocar un 2-0 en el marcador con un jugador menos y de aguantar el resultado hasta los últimos diez minutos. Lo hizo en parte por la incapacidad del Levante para fabricar oportunidades claras de gol, pero fracasó para defenderse de otra manera que no fuera arremolinarse delante de la portería de Rubén. Apenas tuvo claridad para manejar la pelota y armarse a través de los espacios que dejaba el rival para caer víctima de un rebote y de su debilidad para encajar los golpes.

Más errores. Las tachas individuales volvieron a representar una losa para el Deportivo, que muy pronto tuvo que afrontar la expulsión de Borges por una doble amarilla que deja en mal lugar al costarricense. Cuestionado en numerosas ocasiones por su tibieza en acciones que reclaman más cuajo, el centrocampista se equivocó el sábado cuando sujetó de modo inocente a un rival que le pilló desprevenido y después cuando saltó de manera imprudente con Jason Remeseiro. El borrón de Borges condicionó el encuentro, igual que los de Juanfran en la banda derecha cuando el partido ya se encaminaba a su desenlace. El lateral escatimó primero un despeje que desembocaría en el primero de Ivi y después, al alimón con Schär, le darían metros al delantero granota para que embocara el segundo de un disparo preciso.

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Al Dépor se le escapan dos puntos ante el Levante

Lucas, el cambio y la grada. A Cristóbal no le quedó más remedio que alterar el plan inicial para tratar de compensar la marcha obligada de Borges. El técnico dio entrada a Valverde para mantener lo menos alterado posible el esquema, pero sorprendió que escogiera a Lucas para abandonar el campo. El cambio fue saludado por Riazor de una manera que resulta complicada de interpretar. Hubo algunos silbidos de esa parte del estadio peleada a perpetuidad con el coruñés y el resto fueron aplausos, repartidos no se sabe bien en qué proporción entre los que reconocían al jugador y los que felicitaban al técnico por su decisión. La opción de Cristóbal, sin embargo, dejó al equipo sin una referencia con la que atacar los espacios que dejó el Levante. Carles Gil no cumplió en esa función y Andone se tuvo que multiplicar hasta acabar firmando un partido memorable. El papel de Lucas, ya cuestionado por un rendimiento alejado de las expectativas, queda de nuevo en entredicho después de la decisión de su técnico y en un momento en el que su aportación se presenta vital para abandonar los puestos comprometidos de la clasificación.

Sin guía sobre el campo. El Deportivo pagó especialmente el sábado la ausencia de un jugador a través del que sostenerse en momentos de incertidumbre. Esa función, que habitualmente recae en alguno de los mediocentros, no la ha asumido nadie esta temporada en el equipo. Ante el Levante el sábado, con uno menos y dos goles de ventaja en el marcador, se manifestó como imprescindible para tratar de descargar al equipo de sus apuros defensivos cuando empezó el asedio de los visitantes. Guilherme, sin embargo, naufragó para gestionar la pelota y hacer que el equipo se defendiese a través de la posesión en lugar de resguardarse en su área. Desde el banquillo tampoco llegó una orden que permitiera atacar los espacios que dejaba el Levante en su camino hacia Rubén.