Material inflamable, necesario para prender. Andone puso el sábado el corazón en el césped y luego ante un micrófono. Se había adueñado de la escena, de un partido, como pocas veces se había visto en Riazor en los últimos tiempos y se lo acababan de robar de la boca. Estalló. Visceral, sin oxígeno de tanto correr, dijo lo que pensaba. El dardo no se quedó lejos de la diana. No es aconsejable airear las vergüenzas a los cuatro vientos, pero también es cierto que este vestuario necesita que le espeten las verdades, que le zarandeen, una mecha que encienda la llama del cambio. Florin es así. Un combustible que se puede descontrolar, pero que si se sabe manipular, puede hacer que todo carbure. Habrá a quien le gusten sus formas y quien no las soporte. Nadie le podrá acusar de ir de boquilla: todas sus palabras las sostiene su ejemplo en el campo.

No estará el viernes en Anoeta, pero debería. En tiempos de guerra, es mejor tenerlo en tu bando o, por lo menos, el espíritu, el amor propio que le hace devorarse el campo, no tenerle miedo a las situaciones adversas. Ese que también le juega malas pasadas, que le hace activar sus mecanismos de defensa sin ser muy empático con el compañero o con el aficionado que está en la grada. Va siempre al 1000%, no mide. Él, que no soporta ser suplente. Él, que dudaba de haberse quedado en A Coruña. Duele, no se olvida. Andone, para bien y para mal.

Sube Florin, baja Lucas. El 10 ha vivido un año difícil. Sin minutos, se revolvió hasta en los entrenamientos, mientras al coruñés se le entregaban los galones de jugador franquicia. Poco a poco Cristóbal se dio cuenta de que deben cohabitar y ha ido moviendo piezas para intentar potenciarlos. Nada. Aún sin finura en el remate y a veces revolucionado sobre el césped, lo único que ha ocurrido en el último mes es que se ha visto a un Andone creciente y a un Lucas menguante. Sí, da asistencias, tiene clase, pero realmente no llega. Duda, el físico no le acompaña para hacer esa diferencia mínima que hace dos años era un mundo, esa que le llevó al Arsenal. Su sustitución antes del descanso y el florecimiento del rumano ante el Levante simbolizan una especie de cambio de guardia. Nada debería variar. El Dépor será mejor con los dos juntos. Andone con Lucas, Lucas con Andone. En ocasiones, se ha querido crear una rivalidad nociva, utilizar al rumano como arma arrojadiza contra el 7 por considerarlo un hombre de Tino, por no haber bailado el agua en determinado momento. El Dépor no está ahora mismo para que nada reste.

Y a sumar viene Krohn-Dehli. El Dépor lo sufrió, anhela disfrutarlo. No es exactamente lo que buscaba, puede darle un salto a la espera de que el cierre del mercado traiga la última compra en las segundas rebajas. Su segundo tiempo ante los blanquiazules en Sevilla saca a relucir su muestrario. Un todocampista. Su físico y la necesidad de rendimiento inmediato le ponen un asterisco a la contratación. En nada el deportivismo saldrá de dudas. Su pasado celeste tampoco debe pesar en un currante comprometido, que no se ganó el afecto de la grada disparando hacia el norte ni tampoco besando escudos de manera efectista nada más pisar Vigo. Realidades, profesional. Eso es lo que necesita el Dépor.

Cristóbal y el calado social

Llegó como una solución y se ha convertido en parte en una víctima. El hombre correcto en el momento equivocado. Da vueltas, prueba y, acuciado por los males endémicos del grupo y por los golpes anímicos recibidos, no termina de hacerse con el grupo, de dar con la tecla futbolística. Con un vestuario que no ha sido capaz de transmitir su compromiso a la grada, su figura, su seriedad y la sensación de que el Dépor está algo mejor que con Mel (aún no llega) han conseguido que tenga aceptación entre el deportivismo. Un tío serio, que se viste por los pies. En el medio de la marejada con un Çolak reincidente, no se achicó, habló claro, tampoco le puso la cruz. Firme, naturalidad. Los Blues le echaron otro capote con una pancarta directa, sin ambages. El problema es que sus números no se sostienen y no ha sido capaz de ser ese activador y catalizador emocional que haga creer a sus futbolistas, que les saque de la depresión, del fatalismo, que les exprima a todos los niveles. Los fichajes darán un impulso, pero ¿hasta cuándo sin resultados? ¿Decisiones drásticas con parte de Riazor en contra?