Del Deportivo en Mendizorroza cabría esperar que disputase el partido conforme a las circunstancias de un equipo en descenso, a tres puntos de la salvación, que no cata una victoria desde hace más de dos meses y que además visitaba el estadio de otro conjunto de la parte baja. La deriva en la que se han instalado los blanquiazules, sin embargo, provoca que se desafíe hasta la más aplastante lógica y que deambulen por un compromiso de esa trascendencia sin rumbo, intención ni orgullo.

Poco se puede esperar ya de este Deportivo por lo visto ante el Alavés, contra el que firmó otra actuación sonrojante y sumó una nueva derrota que lo condena a una semana más de apuros. Todos salen mal parados de la visita a Vitoria, empezando por los jugadores y acabando por Seedorf, incapaz de ofrecer alternativas que permitan revivir a un conjunto en los huesos.

De entrada el Deportivo fue el mismo que planteó el holandés frente al Betis en su estreno en el banquillo: un conjunto con mentalidad conservadora en busca de alguna opción a través de su cuarteto ofensivo. Guilherme sustituyó al lesionado Valverde y el equipo se ordenó a través de la disciplina como punto de partida para contrarrestar la puesta en escena del Alavés.

El arranque de los blanquiazules, sin embargo, fue dubitativo y a los cinco minutos los vitorianos ya habían estrellado un balón en el larguero de la portería de Rubén tras una desatención defensiva deportivista después de que Luisinho se olvidara de disputar un balón por alto. Faltó una vez más esa contundencia que se reclama a los jugadores, pero la fortuna les permitió salir indemnes de esa acción.

El aviso de los locales sirvió de acicate para los deportivistas, que consiguieron acomodarse a partir de ahí al partido. Adrián tomó el mando desde la mediapunta para buscarle las costuras a un Alavés más templado de lo habitual. El asturiano comenzó a alumbrar alternativas, la mayoría de ellas deslizándose hacia la banda izquierda para asociarse con Bakkali y aprovechar la velocidad del menudo futbolista belga.

Adrián fue el que mejor interpretó lo que requería su equipo, escaso de profundidad e incapaz de gestionar la pelota. Desde su posición avanzada tuvo que suplir las carencias de Guilherme y Krohn-Dehli en la creación. Nada refleja mejor el naufragio del equipo que su boquete en el centro del campo. Ya le ocurrió contra el Betis y ayer volvió a pasarle en Vitoria. La avería no es reciente y se arrastra desde el comienzo del campeonato sin que haya sido corregida por ninguno de los tres entrenadores que han desfilado ya por el banquillo blanquiazul en lo que va de temporada.

Aún así el Deportivo llegaría entero a la segunda parte. Pudo haberlo hecho incluso con ventaja si hubiera aprovechado alguna de las oportunidades que tuvo. La mejor fue de Bakkali al filo del cuarto de hora después de un contragolpe espléndidamente conducido por Adrián. El asturiano cedió a su compañero, perfilado para el golpeo antes incluso de recibir. El remate del belga se marchó a la madera como ya le ocurriera contra el Betis.

Tampoco encontró premio el Deportivo a través del dominio que ejerció en el tramo final de la primera parte. Fueron sus mejores minutos ante un Alavés que se desenchufó, pero no encontró caminos hacia Lucas ni Andone, desaparecidos y anulados mutuamente en ocasiones. Especialmente obtuso estuvo el rumano, sin el derroche siquiera que suele exhibir cuando el partido se disputa en Riazor. Al abrigo de sus aficionados es donde el delantero muestra todo su repertorio de golpes al rival y carreras imposibles; lejos del estadio coruñés se diluye en controles defectuosos y regates imposibles.

Seedorf, no obstante, proclamó el viernes que desea en su equipo "once Andones" para darle la vuelta a la delicada situación que atraviesa el conjunto blanquiazul. Lo dice como metáfora de la intensidad que espera en los partidos, obviando las terribles carencias futbolísticas que atenazan a los deportivistas.

En la segunda parte de ayer en Vitoria, sin embargo, influyeron tanto la falta de soluciones en el juego como la ausencia de energía que mostraron los futbolistas. El equipo al completo se cayó ante un Alavés que varió un par de detalles y el posicionamiento de algunos jugadores para llevarse el partido y dar un paso de gigante hacia la permanencia en Primera.

Fue a través de un tanto de Munir, que consiguió recibir un balón en las cercanías del área y al que se le permitió disparar sin demasiada oposición. Ni Albentosa ni Bóveda encimaron lo suficiente como para evitar que el excelente remate del delantero superase a Rubén.

Del Deportivo no hubo atisbo de reacción, desordenado y de nuevo sin una guía desde el banquillo que permitiese voltear una situación que cada semana se torna aún más dramática.