Esta vez no hubo pitos ni reproches. Solo aplausos desde la grada de Riazor, que valoró el coraje, la actitud y la entrega del equipo. Es lo que quieren los aficionados, que los jugadores lo den todo. Ayer lo hicieron y por eso se ganaron el indulto. No fueron despedidos con silbidos, como en partidos anteriores, sino con una ovación y cánticos de ánimo. Los seguidores acabaron caldeando una noche que empezó fría y terminó a máxima temperatura por el fervor con el que se empleó el Dépor, tanto los futbolistas como los hinchas desde la grada.

Poco ambiente antes del encuentro en los alrededores de Riazor. La mayoría de los aficionados esperó hasta última hora para acceder al estadio. El horario no ayudó a que se registrara una gran entrada. 18.139 fieles. Un viernes noche, con frío, y con el Dépor en plena caída libre. Los pocos que madrugaron para ocupar sus asientos con antelación pudieron seguir el calentamiento del equipo coruñés, casi con tantos futbolistas como técnicos sobre el césped. Es una de las novedades del método Seedorf. Entre los alicientes, la presencia de Sulley Muntari, que despertó muchas miradas desde la grada mientras peloteaba antes del partido junto a Çolak, Borges y Valle. Luego, cuando entró en el campo, el ghanés fue recibido con una gran ovación.

Antes de que el balón comenzara a rodar el ambiente fue frío en las calles. Mucha tranquilidad, prácticamente total, salvo por un breve paréntesis motivado por las sirenas de un camión de bomberos. Se detuvo frente a Riazor, justo en la esquina de Manuel Murguía con Almirante Cadarso, pero no para sofocar ningún incendio sino para desbloquear un ascensor averiado con personas dentro. Nada grave.

Poco a poco la gente fue accediendo a sus asientos con la esperanza de ver ganar al Deportivo después de nueve jornadas sin vencer. Todos ilusionados pese a los pocos motivos que daba el conjunto coruñés para creer en una reacción inmediata. Venía de perder con total justicia en Vitoria, donde completó una segunda parte horrible. Otro duro golpe para una afición siempre fiel pero lógicamente desencantada. Aun así, no dejó de animar durante los 90 minutos de un encuentro que comenzó justo después de un respetuoso minuto de silencio por el fallecimiento del ertzaina Inocencio Arias García Inocencio Arias García.