La imagen de Lucas sollozando sobre el césped resumió la frustración del equipo después del empate contra el Espanyol de anoche en Riazor. Demasiados palos de golpe para un Deportivo que continúa ahogado en la clasificación, y no solo por los balones que ayer estrelló en la madera y que le negaron el tanto que mereció por insistencia y argumentos frente a un rival completamente superado.

Son ya cuatro remates escupidos por los postes en los tres últimos partidos, los dos de Bakkali en los compromisos ante Betis y Alavés, y los de ayer. El primero de Cartabia en el primer tiempo hubiera permitido sacudirse los nervios con los que el equipo se presentó anoche en Riazor; el de Andone en la segunda mitad hubiera puesto justicia en el marcador y premiado los méritos de un Deportivo que tras el descanso mudó de piel y se convirtió en un equipo con mucho más gobierno en el partido.

De entrada, el conjunto blanquiazul se agarró a esa versión rudimentaria que alumbró Seedorf a su llegada. Apenas hubo manejo de la pelota, los mediocentros (Mosquera y Guilherme) pasaron desapercibidos y las aproximaciones al área del Espanyol se redujeron a lanzamientos en largo, especialmente de los laterales. El guion cambió por completo en la segunda parte, en la que se vio a un conjunto muy distinto al de la propuesta que había planteado el holandés en sus anteriores encuentros en el banquillo.

El Deportivo logró el control del partido a través del balón y ganó en confianza. La tuvo incluso después de que Diego López le negara a Lucas el gol desde el punto de penalti, cuando parecía una ocasión abonada para que los blanquiazules se diluyeran. No solo siguió mandando sobre el Espanyol, sino que incluso incrementó esa superioridad a través de la seguridad que le aportó Çolak con el balón. El turco dio carrete a Lucas y Adrián, que liderarían el asedio de los últimos minutos.

El infortunio volvió a cebarse con los deportivistas, que pese a su mejoría defensiva deberán afinar la puntería después de encarrilar cuatro partidos consecutivos sin conseguir anotar ningún gol.