Otro golpe y una hiriente sensación de déjà vú. Nada le queda al Dépor de Seedorf de lo poco que había construído tras este batacazo en Getafe. Solo el consuelo del paupérrimo nivel de sus rivales, ese que le mantiene enchufado de manera artificial a una máquina a la espera de que, por suerte, un día se despierte. Oxígeno en una lucha que, por el camino, no para de desangrarle como equipo y como institución. Patético. Ni un gol en los últimos cinco partidos (uno de ellos de la era Cristóbal), ni un tiro a puerta hasta el minuto 80 de este duelo. Y tres regalos defensivos, que remiten a tiempos en pasados, no lejanos. El Getafe no los desperdició. Solo tuvo que quitarles el lazo y esperar a que su rival se desmoronase como un castillo de naipes. Nada nuevo.

Se jugaba en una piscina, no en un campo de fútbol. Así arrancó el encuentro y en este escenario la apuesta y las consignas del técnico holandés parecían encajar con la situación. Rudimentario. Blindaje atrás, recuperación rápida y balón largo para que corriesen Lucas o Bakkali. El belga rompió varias veces a su par por la banda, el coruñés tuvo alguna pelea uno contra uno de la que salió perdedor. No se podía jugar, pero el equipo coruñés avisaba. Parecía un buen presagio. Una mera ilusión.

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El Dépor sale goleado de Getafe

El Getafe buscaba algo muy parecido, pero a su manera. Las boyas eran Ángel y Jorge Molina, pero la zona de gestación azulona no terminaba de conectar con ellos. Todo muy directo, como el Dépor. A los blanquiazules les sento bien la presencia de Muntari en ese tramo. Aún fuera de forma, su colocación y fluidez daban jerarquía y ensagrasaban, por momentos, el engranaje. A pesar de que su rival convierte cada uno de estos duelos en una ascensión al Tourmalet, no parecía una quimera pelear por la victoria.

A la media hora todo cambió, se vino abajo. El Dépor se diluyó en el fútbol directo, nada sustentaba ya esos balonazos. Bordalás hizo un par de ajustes y todo encajó en el conjunto local. Empezó a percutir por la banda de Luisinho y a ganar todos y cada uno de los rechaces en las segundas jugadas. El campo se inclinaba, aunque no se mascaba la tragedia que estaba a punto de ocurrir. Primero la lentitud de Schär y la trasparencia de Rubén y luego un error imperdonable de Krohn-Dehli en la salida de balón. Parece difícil que el danés vuelva a jugar en un tiempo. Todo a la basura y en el peor contexto posible para remontar un 2-0: campo encharcado, Getafe, sin moral, sin fútbol...

Si algún ingenuo deportivista esperaba algún atisbo de reacción tras el descanso, quedaron todas las dudas despejadas en minuto y medio. Su rival volvió a pisar el acelerador y acarició el 3-0. No llegó de entrada y siguió apretando algunos minutos, mientras el Dépor no era capaz de dar dos pases. Otro déjà vu. Pronto salió Muntari, asfixiado, y llegó el turno para Andone. Más pólvora. Pero cuando no creas, de poco sirve...

Poco a poco el grupo se fue entonando de manera tímida en ese fútbol sin porterías que jugó esta tarde y que también ha practicado en más de un encuentro de la era Seedorf. Se estiró en gran parte porque el Getafe así lo quiso. Se tapó y buscó espacios para sentenciar. No lo hizo hasta casi el final, pero vivió comodísimo. Unas vacaciones en Benidorm en pleno mes de febrero y camino de los 40 puntos.

Para acabar el esperpento llegaron tres minutos que decidieron el duelo y que explican cómo fue y los males del Dépor. En el 80 el primer disparo a puerta blanquiazul, un lanzamiento forzado de Luisinho para cumplir el expediente. Dos más tarde, el enésimo regalo, esta vez de Eneko Bóveda. Molina se gustó en la transformación del 3-0. Inoperancia en ataque, regalos en defensa. Mala ecuación para seguir en Primera. En unos días tocará volver a ilusionarse, es inevitable. Una posibilidad de algo mejor que semana a semana se convierte en sufrimiento. Doloroso, insoportable. Habrá que seguir.