Pocos argumentos ofrece el Deportivo para exponer algo nuevo tras un partido.

Ayer ante el Getafe, la nave deportivista acabó naufragando ante un rival que en el inicio del partido, en realidad casi la totalidad de la primera parte, apenas ofrecía resistencia y casi no inquietaba la meta defendida por Rubén.

Blando, incapaz de meter miedo al equipo local, al final sufrió en sus carnes las consecuencias de no haber elegido quizá a los futbolistas idóneos, tanto para cómo se pretendía jugar como por el estado del terreno de juego.

Hace unas fechas, el entrenador deportivista manifestaba que quería 11 andones, ayer quizá los prefería en el banquillo. Ayer apareció Krohn-Dehli, desaparecido de la convocatoria ante el Espanyol, y a Pedro Mosquera se le ubicó en una posición poco habitual, al menos en esta plantilla.

El partido discurría por sus minutos más beneficiosos para el Deportivo y ni uno ni otro futbolista participaban con la asiduidad y eficacia necesarias. Suele decirse que os experimentos, con gaseosa.

En fútbol es fundamental equilibrar defensa-ataque, al máximo posible. Y esto era algo que parecía no conseguir ayer el equipo presentado en el terreno de juego.

La segunda parte casi discurrió con la inercia habitual de los partidos del Deportivo, la debilidad defensiva y la incapacidad para generar juego de ataque, facilitó al Getafe la posibilidad de imponerse en el marcador.

Se recurrió a los cambios como buscando que algo, o alguien consiguiera modificar el discurrir del encuentro, hasta el punto de terminar jugando con futbolistas más reconocibles hasta hace unas fechas.

Se mueven futbolistas, se cambian entrenadores, se incorpora personal al staff técnico de Seedorf, y nada cambia en lo fundamental. Hace ya tiempo que se intentó potenciar la plantilla aprovechando el mercado de invierno, y los resultados no aparecen.

El camino del R. C. Deportivo parece marcado, vivimos en un mar que exige mucho conocimiento para la navegación. Parece inteligente aprovechar una arribada para replantearse el futuro, los milagros parece que ya los hemos agotado en singladuras pasadas. Se antoja poco responsable persistir en esperar que otro venga a salvarnos.

¿Dramatismo?, quizá para algunos. ¿Realismo?, quizá para otros.

A quien corresponda, que se atreva a decir que lo que hay delante, es un árbol.