Descenso por incomparecencia. No hubo rastro en Butarque de un equipo que se jugaba la poca vida que le quedaba en Primera. Sin fútbol, sin amor propio, el Deportivo fue un peso muerto, un condenado que no murió en el área contraria. Ni siquiera echó una primitiva en los segundos finales para que le tocase, como un día antes había hecho el Levante. La reacción de Seedorf pierde fuerza, el conjunto coruñés mira cara a cara a la Segunda División y se enfrenta en las dos próximas semanas a dos fiestas ajenas y un funeral: la del Barcelona con su Liga en Riazor y la de Balaídos por mandar a su eterno rival a la categoría de plata. Quizás este proyecto tenía un destino marcado y pronto va a llegar; lo que se ve sobre el terreno de juego no desmerece la crueldad que se avecina. Hoy no hizo nada para rebelarse.

El Dépor arrancó el duelo en modo San Mamés. Activado, cogió el partido por la pechera y empezó a zarandearlo. Tuvo dos Lucas Pérez. Çolak inventaba y el coruñés era el elegido para remachar esas jugadas lanzadas. Pero el '7' volvía a fallar. Las dos veces. Es con mucha diferencia el futbolista más desequilibrante de este equipo y en muchas ocasiones crea de la nada. Aun así, un conjunto tan necesitado no se puede permitir tantos fallos. Ya le pasó en la segunda parte ante el Sevilla, hoy repetía en esos primeros minutos. El Dépor perdonaba y no era capaz de tumbar al Leganés en esos dos primeros asaltos. Pronto reviviría y todo iba a cambiar.

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El Dépor empata en Leganés

Lo que ocurrió en los primeros diez minutos no tuvo nada que ver con la siguiente media hora larga. El equipo pepinero se vio vivo, ajustó piezas y desactivó el plan coruñés. Presionaba la salida de balón y su zona de enganches y le sometía a un doble ahogamiento. El Dépor notó primero el golpe de los tantos fallados y después verse tan sobrepasado en el terreno de juego. Perseguía sombras. Los futbolistas del conjunto madrileño combinaban sin oposición, ganaban todos los duelos directos, recibían cómodos entre cuartos y empezaban a crear ocasiones. Una llegó en una jugada de laboratorio de un saque de esquina, otra en un cabezazo picado en exceso por Eraso. De ser una avalancha a una zona cero. El Dépor no dominaba nada en el terreno de juego. Despeje a despeje, solo aguantaba una retaguardia muy aculada.

En ese periodo oscuro solo tuvo un zarpazo aislado en una jugada en la que Çolak asistió a Lucas y en la que el coruñés volvió a errar, aunque gran parte del hecho de que no se moviese el marcador se puede encontrar en la gran parada de Cuéllar. Volvía de nuevo el dominio pepinero. Insistía e insistía, aunque sin oportunidades claras. El Dépor reclama el descanso.

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Volvieron de la caseta y a simple vista nada había cambiado. El equipo blanquiazul, timorato y sin respuesta, se encontró de nuevo a merced. No había manera de que asomase un poco de amor propio, de personalidad. Habrá quien eche de menos en ese tramo de duelo algo más de sangre, de intensidad, pero sobre todo le falló su fútbol, su plan táctico. Y todo fue en cadena. No era capaz de combinar, de ser superior en ninguna faceta. Perdido es poco y justo en el peor momento posibles. Al límite.

A pesar de todo, el Dépor acabó rescatando alguna jugada. Falló Adrián ante Cuéllar tras un pase de Lucas. Su coartada es que le habían señalado un fuera de juego que no era. El duelo estaba cada vez más igualado, porque al Leganés no le sobraba calidad y, sobre todo, porque le llegaba el empate para certificar una permanencia que ya tenía en el bolsillo. A partir de ahí, Seedorf empezó a mover el banquillo. Tarde como siempre y sin ofrecer una solución a lo que se veía sobre el terreno de juego desde hacía muchos minutos. Una constante toda la temporada. Metía dinamita y rompía aún más al equipo. Andone y Borja Valle no pudieron cambiar nada ante un Leganés que firmaba las tablas. Hasta pudo perder por una mano no señalada a Albentosa en el área. Los últimos minutos oscilaron entre la tristeza y la vergüenza. Un equipo zombie que ni era capaz de empujar. Se llevaba él solito por la cuerda al matadero. Queda un mes que puede hacer mucho daño.

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