Ya está. El Dépor se fue a Segunda División. No por esperado, duele menos. Ni siquiera fue como las dos últimas veces. Ni duelo a cara o cruz ni villanos con los que justificarse ni palpitaciones a mil ante la incertidumbre ni mares de lágrimas en la grada. Fueron las justas, pero muy sentidas, algunas por dentro. La escena final se la sabía todo el mundo y tomar consciencia va inmunizando. Al menos, el equipo buscó ante el Barcelona la palabra dignidad en el diccionario e hizo un ejercicio de entereza, acorde a un campeón de Liga. También cuenta cómo irse, aunque a día de hoy parezca un triste consuelo. El Dépor se marcha arrimando la puerta y con un club hecho jirones en la faceta deportiva y social.

Tras el golpe, la mente deportivista pronto buscó un mecanismo defensa. Es inevitable. "Voltaremos". La palabra se deslizaba de boca en boca, tuit a tuit. Un mensaje que caló hace algunos años en esas explosiones de alegría que se produjeron con los ascensos y que aún se puede leer en muchas bufandas tensadas con orgullo en Riazor. Nadie duda de que el Dépor regresará. Y lo hará más pronto que tarde al sitio que merece y que nunca debería haber abandonado. El problema es que las nuevas generaciones blanquiazules viven en una falsa realidad sobre lo que supone un descenso. 20 años de permanencia ininterrumpida en la élite y dos subidas a la primera parecen haberlo convertido en una especie de leve purgatorio. Un año de castigo en el que viajar más, ganar muchos partidos, reciclarse y celebrar a las puertas del verano. Un Erasmus. Claro que en 2019 puede haber visita a Cuatro Caminos y ojalá se acabe produciendo, pero dejar Primera es un proceso traumático que mete al Dépor en un pozo que algunos equipos de su condición han tardado una década en abandonar. No es el mismo club, pero entre 1973 y 1991 el propio equipo coruñés estuvo casi dos décadas intentándolo con un paso por Tercera y Segunda B incluidos. La primera piedra para regresar es ser realista y dotar al objetivo del ascenso de la entidad que merece.

Porque uno de los problemas de esta temporada ha sido, precisamente, haber vivido fuera de la realidad, sin autocrítica. Un animoso presidente, alejado del papel institucional, que no renunciaba a la zona europea; haber obviado las luces de neón en forma de señales de las tres últimas temporadas; haber convertido la secretaría técnica en un minifundio; haber descabezado la capitanía; haber menospreciado la figura del entrenador mientras el vestuario seguía descontrolándose... En un club que cuida tantos los detalles y tan serio a nivel económico y empresarial, choca encontrarse con todo esto.

Y realidad y pasos firmes es lo que debe regir el regreso a Primera. El proceso, no el fin. El equipo que suba será el que posea un proyecto sólido que le lleve a la élite y a fijar un modelo, un estilo, no el que más dinero tenga. Ayuda, no lo es todo, a veces hasta distrae. El Granada es un buen ejemplo esta temporada. No se pueden volver a cometer errores del pasado ni transitar caminos comunes justo después de no haber capitalizado deportivamente una refinanciación de deuda histórica, que mucha gente valorará al nivel que merece con el paso de los años. Hay que crear una estructura deportiva que sea el sustento, buscar un vestuario con arraigo y personalidad, dar más registros a la plantilla, tirar de las piezas necesarias del Fabril y la cantera... Hay tanto por hacer... Y cuanto antes se tomen decisiones estratégicas, mucho mejor.

La reconstrucción no es solo deportiva, tiene que llegar a la gente, conectarla. Confeccionar un equipo competitivo, serio, con el que puedan identificarse es la mejor carta de presentación. Pero hay más. La grada está enfadada, mucho. Riazor lo da todo, también se cabrea, aunque lo exteriorice a su manera. Más que por dejar Primera, sobre todo hay incomodidad por cómo se ha llevado todo, por el desastre continuado, por no haber puesto un dique ante tal tsunami. Aun así, del disgusto a que cuaje una alternativa real, hay un trecho. Y después, que esa oposición sea capaz de generar un cambio en el club es otro paso que no es sencillo dar. Las próximas semanas despejarán dudas, medirán al consejo y a la oposición y darán una medida exacta de hasta dónde llega la metamorfosis que precisa el Dépor. Los accionistas hablarán, si se activa el mecanismo del 5%. Mientras tanto, no hay tiempo que perder: a planificar.