En un derbi sin historia, plano y aburrido, el recuerdo se lo llevará un gesto, el que empleó Lucas Pérez para celebrar el gol en los minutos finales que supuso el empate para el Deportivo en Balaídos. Las señas con los dedos del coruñés superarán al relato futbolístico de un derbi chato, ese que de antemano debía ser el clásico gallego en el que el conjunto blanquiazul se presentó en Vigo recién descendido.

Probablemente el partido perviva así en la memoria de muchos, pero el tanto de Lucas y su posterior celebración ayudarán a mitigar el mal trago que hubo de atravesar ayer el deportivismo. A la mofa por caer a Segunda se sumaba la derrota, adornada con burlas hacia gran parte de unos jugadores blanquiazules a los que todavía no les había dado tiempo de digerir el duelo.

Blanco preferido de las mofas celestes fue un Lucas Pérez al que la gran mayoría de la grada de Balaídos identificó como paradigma del descalabro deportivista este curso. Le recordaron el descenso y también sus aspiraciones frustradas de disputar un Mundial al que seguramente acuda su antagonista Iago Aspas.

El partido, sin embargo, le tenía reservada una pequeña revancha al coruñés, que sobre el límite del tiempo reglamentario recogió en el área una dejada de Andone para igualar el marcador. No hubo excesivos aspavientos del delantero en la carrera posterior mientras se dirigía hacia el límite del césped con la grada porque corría con los brazos recogidos sobre el abdomen, pero en sus dedos se escondía un mensaje nítido.

Sumando los de cada mano hizo referencia al palmarés deportivista, a los seis títulos oficiales que lucen en las vitrinas coruñesas en contraposición a las del Celta. Fue el particular ajuste de cuentas de un Lucas que reivindicó su amor a unos colores en una tarde amarga para los blanquiazules que lograron salvar con dignidad.

No fue a base de fútbol ni de juego, porque de eso apenas tuvieron ayer en el estadio de Balaídos, pero sí gracias a la insistencia y el amor propio del delantero para mantener vivas hasta el final las esperanzas de amargarle la tarde a los aficionados celestes.