Cuando Inditex salió a Bolsa en mayo de 2001, el matrimonio Juan Carlos Rodríguez Cebrián-Dolores Ortega Renedo pasó de ser millonario a multimillonario. Hasta entonces habían amasado una pequeña fortuna trabajando en el grupo textil. Tras el debut de la firma en el mercado bursátil, su patrimonio se multiplicó exponencialmente. Ella, sobrina de Amancio Ortega, trabajaba en las instalaciones de Arteixo. Él dimitió como director general en 2005, tras cinco años en el cargo, para, según la versión oficial, "dedicarse a gestionar su patrimonio personal y familiar así como a sus propios proyectos de naturaleza empresarial". Y eso es lo que ha hecho en los últimos cuatro años, aunque sin demasiada suerte.

La marcha de Rodríguez Cebrián de Inditex, donde comenzó a trabajar en 1978, coincidió con el boom inmobiliario. El matrimonio decidió poner entonces buena parte de los réditos logrados en Inditex en el ladrillo. Ahora se ha demostrado que las inversiones de más de 240 millones no fueron buenas: Fadesa y Habitat en suspensión de pagos; la filial francesa de Realia con deudas; sus proyectos inmobiliarios en As Xubias y en el solar de las Adoratrices paralizados? Ni la tentativa personal del empresario de alcanzar la presidencia del Club de golf de La Coruña en 2006 acabó con sonrisas.

Gracias a una ampliación de capital en 1992, Dolores Ortega entró en el accionariado de Inditex. Su marido, que fue consejero ejecutivo desde 1997 y pasó por casi todos los departamentos de la firma (comercial, producción, logística, servicios generales, desarrollo internacional y dirección de negocio) también consiguió un buen puñado de acciones de la compañía.

Antes de la salida a Bolsa contaban entre ambos con 28 millones de acciones (21 millones ella y 7 millones él), que representaban algo más del 3% del capital social. Vendieron, aproximadamente, la mitad de los títulos por los que recibieron 243 millones de euros (209 ella y 54 él).

Pese a la venta, Dolores Ortega, que en el registro mercantil aparece como primera ejecutiva, representante o consejera de varias sociedades, la gran mayoría con actividades relacionadas con la compraventa de bienes inmobiliarios o de alquiler de locales industriales, es la tercera mayor accionista de la familia Ortega con el 1,14%, sólo por detrás de su tío Amancio Ortega y su tía Rosalía Mera. Además, el ourensano Rodríguez Cebrián vendió todas sus Fenosas (0,05%) en septiembre de 2006 por las que se embolsó 6,4 millones.

Con toda esta fortuna y ya sin la atadura de su trabajo en Inditex, Cebrián se dedicó entonces a "gestionar su patrimonio personal y familiar así como a sus propios proyectos de naturaleza empresarial". Y la mayor parte de los huevos los colocó en el cesto del sector inmobiliario.

La entrada del tándem Cebrián-Ortega por la puerta grande del ladrillo fue en julio de 2006 cuando adquieren un 8% de Distrito 38, un parque empresarial de oficinas en Barcelona, promovido por Habitat. A finales de ese año, esta inmobiliaria compra a Ferrovial por 2.200 millones su división Ferrovial Inmobiliaria para convertirse en la quinta promotora más grande de España. A esta nueva aventura, los máximos accionistas de Habitat invitan al matrimonio gallego, con el que ya habían hecho negocios en Distrito 38 y saben que cuentan con una elevada liquidez. Abonan 54 millones y se llevan el 9% del pastel de Habitat. Pero sólo un año después, la inmobiliaria enciende la luz de alarma ante su incapacidad para sostener su elevado nivel de deuda. En noviembre de 2008, sólo dos años después de la entrada de Cebrián y Ortega, la compañía solicita la suspensión de pagos con un pasivo de 2.300 millones.

Querella criminal

Ambos se alían con el gallego José Antonio Castro, dueño de la cadena hotelera Hesperia, que también había comprado el 5% de Habitat por 30 millones, para denunciar a los principales accionistas. Presentan en el juzgado una querella criminal por presunta estafa y delito societario, pero en diciembre de 2008 el juez la desestima.

En la misma época de la entrada en Habitat (finales de 2007), Fernando Martín también llama a la puerta de Cebrián y Ortega. El ex presidente del Real Madrid quiere que se conviertan en uno de los principales accionistas de la nueva Martinsa Fadesa. Martín quiere contar con un gallego en el consejo de administración de la inmobiliaria, para convertirlo en una pieza importante del núcleo duro de accionistas.

El precio que tiene que pagar Cebrián para tener un sillón en el máximo órgano de la promotora es de 150 millones. A cambio se hace con el 6,9%. Lo que le ocurrió a Fadesa casi todo el mundo lo conoce. El pasado mes de julio -cuatro meses antes que Habitat- protagoniza la mayor suspensión de pagos de la historia de España: más de 7.000 millones de deuda.

Esta semana, Juan Carlos Rodríguez Cebrián anunció que abandonaba el consejo de administración de Fadesa por discrepancias sobre la propuesta del convenio de acreedores y porque le entregaban las cuentas demasiado tarde para poder analizarlas. Por eso se negó a firmar las del ejercicio 2008.

En julio de 2007, sólo medio año después de abonar 34 millones por entrar en Habitat y otros 150 por hacer lo mismo en Fadesa -las dos quiebras más grandes del sector inmobiliario-, Cebrián y Ortega, a través de una de sus sociedades de inversión, Marlolan, compran el 5% de SIIC, la filial francesa de Realia, otra inmobiliaria. Esta semana se han enterado de que están perdiendo la mitad de los 34 millones que invirtieron y que en breve deberán poner siete más para hacer frente a una ampliación de capital a la que deben acudir si no quieren que se reduzca su participación.

A menor escala económica, al matrimonio tampoco le ha salido un par de negocios inmobiliarios en casa: el proyecto de levantar dos edificios de viviendas de 12 plantas en el solar de las Adoratrices sigue paralizado, mientras que en noviembre pasado la Audiencia Nacional desestimó el recurso presentado por Altramud, la inmobiliaria que tienen a medias, en el que solicitaba que se le reconociese la edificabilidad de los terrenos que poseen en As Xubias y que se encuentran afectados por el deslinde. De los 8.120 metros cuadrados que tienen en esta zona cercana al puente Pasaxe, en unos 6.000 no pueden edificar.