Hoy, quizás por primera vez en muchos días, Xavier Sala i Martín dejará de lado el bombardeo de datos económicos para centrar su atención en las elecciones en el Fútbol Club Barcelona. El gurú económico del momento es el tesorero actual de Laporta y aspira a seguir en la directiva con la lista de los bautizados como "continuistas". El debate de los sueldazos de los futbolistas le vale para insistir en la única receta posible para salir de la crisis, la apuesta por la productividad. "Si se hubiera empezado con las reformas en 2007, hoy habría paro, pero sin dispararse", asegura el profesor, que esta semana estuvo en Galicia invitado por el Banco Pastor y la Fundación Barrié. Por la dimensión social de la situación económica pasa de puntillas, aunque su opinión sobre el papel actual de los sindicatos es contundente. "Defienden a los que tienen trabajo en perjuicio de los que no lo tienen", critica. Así que le ve poca posibilidad de éxito a una huelga general.

-¿Tenemos que acostumbrarnos a ser un poco más pobres?

-No.

-¿Pero volverán estos ciclos largos de vacas muy gordas?

-Depende. La clave es la productividad. Los salarios están por encima de la productividad. Cuando lo que el empresario tiene que dar es superior a lo que el trabajador reporta, o lo despide, o si no puede, cierra y despide a todos. Antes la opción fácil era devaluar la moneda, que suponía empobrecer a todo el mundo simultáneamente. Ahora empobrecer supondría bajar todos los salarios, lo que tendría graves problemas sociales.

-¿Y cuánto tiempo tardará en llegar la España competitiva?

-Si se hubiera empezado en 2007, cuando comenzó todo el show, hoy en día estaríamos viendo resultados. Seguramente habría paro, como en todo el mundo, pero sin dispararse como lo ha hecho por tercera vez en la democracia. Hay reformas que tendrán efectos a muy largo plazo, como la educativa. Pasarán años hasta que los niños actuales sean trabajadores. Y otras, como la laboral, el sistema financiero o la función pública, tienen efectos inmediatos.

-Vamos, que las tasas de paro tardarán en dar un respiro.

-A trabajadores que en principio se podrían contratar, los empresarios no lo hacen porque piensan que si no funcionan es demasiado caro despedirlos. Es un factor, claramente. Pero no el único. Muchas empresas no contratan porque no tienen acceso al crédito o les falta un producto competitivo.

-Con todo lo que está cayendo, ¿no era esperable que se diera esa fractura social?

-No sé si estamos viviendo una crisis social. Hay una crisis económica y un descontento generalizado de la gente afectada. No sé ver la fractura social. Si la huelga de funcionarios de esta semana es una prueba, no parece que el descontento social sea muy reivindicativo. La repercusión fue mínima.

-¿La deberíamos tomar como ejemplo de lo que pasaría en una huelga general?

-No soy un experto en evaluar el sentimiento de la sociedad. Soy experto en economía.

-¿Pues qué radiografía hace del comportamiento de los sindicatos?

-Me da la impresión que creen que tienen más poder del que tienen o evalúan el descontento social de forma muy superior al que hay en realidad. La evidencia es que esta semana no les han seguido.

-¿Su problema son las subvenciones?

-El problema es que no parecen defender a la clase trabajadora, sino a los que tienen trabajo en perjuicio de los que están en el paro y, particularmente, a los jóvenes, las mujeres de una manera desorbitada, y de toda la gente de 40 y pico años que cada vez que se van al paro parece que es de forma irreversible. Los sindicatos deberían tener un poco de más cuidado en defenderles, aunque en este momento no sean trabajadores.

-¿Sigue siendo eurófobo?

-No soy eurófobo. En el 98 dije que estaba en contra del euro, hace 12 años. Y una de las razones era que podía pasar lo que exactamente está pasando. Una crisis en la periferia, que los países del sur no hicieran los deberes fiscales, una crisis asimétrica -es decir, que España esté en crisis justo cuando Alemania ya no-, con las tensiones a la hora de decidir la política económica. Que a algunos países les interesara depreciar su moneda y no pueden hacerlo. No era eurofobia, sino un análisis correcto. Dicho esto, salir del euro ahora sería un error.

-Pero ¿es descabellado pensar en el fin del euro?

-Pues sí. La supresión sería un error catastrófico. La moneda no se puede cambiar cada diez años. Ahora que la tienen hay que hacer las reformas que permitan vivir en el euro. Nos guste o no, seamos de derechas o de izquierdas, globófobos o globófilos, los mercados tienen sus leyes. Si tú no quieres tener paro, o bien se ajusta la oferta o la demanda o el precio. Y como el precio con tipos de cambio fijos no lo puedes alterar, no queda más opción que tener una economía extraordinariamente flexible.

-Con el exhaustivo control, precisamente, de la zona euro, ¿de alguna manera España está pseudointervenida?

-No diría intervención. Formar parte del euro no significa tener monedas bonitas diseñadas en Europa, instituciones modernas y happy flowers, sino comprometerse a seguir las reglas del pacto de estabilidad. Y España se las saltó. Una de ellas era mantener el déficit por debajo del 3% del PIB y España tiene el 11%. En el momento en el que te metes voluntariamente en un club internacional, los miembros del resto del grupo intervienen para avisarte de que no cumples las reglas, igual que tú intervienes en ellos.

-En el medio se ha colado el eterno debate sobre los futbolistas. ¿Son sueldos astronómicos o en base a su productividad?

-Las dos cosas. Sueldos astronómicos, algunos justificados. Lo mismo que en cualquier otra empresa. Si para construir el mejor equipo del mundo tienes que pagar salarios grandes, los pagas. Si no lo construyes, no tienes beneficios, y los pagas, pues has hecho el tonto.

-¿Son comparables con las pensiones de los banqueros?

-Sé los sueldos de Camp Barça, pero no tengo ni idea de cuáles son las pensiones de los banqueros.

-83 millones la del consejero delegado del Santander.

-No sé si es mucho ni poco. Pregúntele a Botín, que es quien le paga. Es una empresa privada y verán si la productividad de este señor es suficientemente alta como para justificarla.

-¿A España le hubiera ido mejor con un modelo de liderazgo colectivo a imagen del Barça?

-(Ríe) Es verdad que el Barça ha sido bien liderado, pero no vas a poner en mi boca... (ríe de nuevo) que Europa y España tenían que haber sido lideradas como el Barça.

-Reduzco la pregunta. ¿A la sociedad le falta liderazgo?

-Sí. La falta de liderazgo es uno de los problemas de España. Un buen líder, como un buen médico, no es el que mantiene que no pasa nada cuando hay un tumor que se detecta claramente en las pruebas y te receta una aspirina. Un buen médico es el que te dice exactamente cuál es el problema y te tranquiliza con la solución: cirugía, quimioterapia, radio y un 92% de posibilidades de cura en seis meses. Aquí se negó la crisis, luego se diagnosticó mal, demasiadas veces de habló de brotes verdes que no aparecían por ninguna parte. Cuando el líder se equivoca sistemáticamente y todo el mundo ve que está mintiendo, la gente deja de confiar en él.

-¿Hay brotes verdes ahora con las reformas planteadas?

-No. Es muy importante que haya un cambio de actitud. Que se haya detectado que el problema es grave, de oferta y no de demanda, que hay que arreglar la productividad y el déficit que está marcando la capacidad de los españoles para pedir crédito. No son brotes verdes y queda mucho camino por delante, pero se va en la dirección correcta. La parte negativa es el exceso de electoralismo y las ganas de poner palos en las ruedas por parte de la oposición para ganar votos. Ahora es el momento de ir todos juntos.

-¿Hay que cruzar los dedos?

-Cruzamos los dedos.