A golpe de recesión, porque la necesidad tiende siempre a convertir lo ideal en exigencia, en el debate político se impone la moda de hablar y hablar sobre el camino hacia un nuevo modelo productivo en España. Más rentable. Más moderno. Diferenciado. Con los pilares en la famosa sociedad del conocimiento y una apuesta en firme por el I+D. Queda ahora por saber si el hambre agudiza también el ingenio lo suficiente como para darle una vuelta de 180 grados al escenario actual. En algunos territorios costará más que en otros, porque la división en 17 comunidades no es solo una cuestión administrativa o cultural. Cada una de ellas guarda cierta dosis de independencia económica que ha provocado una reacción más o menos distinta ante la crisis. ¿Galicia tiene ese plus de resistencia que tanto se mencionó en los últimos meses? Es cierto que la exposición a la burbuja del ladrillo era menor, pero la debilidad de sus motores queda muy clara con el impacto que está teniendo en otras actividades, por las que incluso había una apuesta mayor desde las diferentes administraciones. La lacra del paro se ceba con la industria, que concentra prácticamente el 60% de los empleos destruidos desde el comienzo del parón de la economía, a mediados de 2008. Y el recorte asciende ya a 47.500, según se desprende de la evolución de ocupados de la Encuesta de Población Activa (EPA) elaborada por el INE, lo que supone que el sector ha perdido en poco más de dos años casi una cuarta parte de sus trabajadores. Es la gran víctima.

Esta misma semana, el Parlamento vivió un intenso debate entre el presidente de la Xunta y el líder de la oposición a propósito del comportamiento del mercado laboral gallego. Cargados de estadísticas, el uno culpaba al otro y el otro al uno de los cada vez más elevados números que ilustran el desempleo en la comunidad. Manuel Vázquez relacionó la vuelta de los populares a San Caetano con la pérdida de 148 puestos de trabajo al día y Alberto Núñez Feijóo reprochó al secretario xeral del PSdeG que durante el bipartito el paro se disparaba tres veces más que ahora. Lo cierto es a finales de noviembre en Galicia había 231.721 desempleados, de los que 121.601 eran mujeres y 102.293 hombres, un 3,5% más que en octubre. El segundo incremento mensual más elevado por detrás de Baleares. Así que todo apunta a que la tasa de paro, que la EPA situó al cierre del tercer trimestre en el 14,86%, mantiene el suma y sigue. Pese a la delicada situación, las cifras todavía están lejos de marcar un récord, porque el paro hay que medirlo siempre en función del volumen de población activa, es decir, los gallegos que están en edad de trabajar. Hay que remontarse hasta el primer trimestre de 1997 para alcanzar el techo de desempleados que acumula el mercado laboral gallego, cuando la tasa rozó el 20%. El otro gran dato está en el tercer trimestre de 2007. Entonces se registró el mínimo histórico, con solo un 6,72%. Por entonces, la Xunta veía posible lograr el pleno empleo técnico, al margen del porcentaje condenado a representar el paro crónico en cualquier economía.

Desde ese momento, aún en periodo de bonanza, la cantidad de parados no ha dejado de aumentar hasta el 14,86% actual, lo que significa que la tasa de paro en Galicia con la crisis se ha duplicado. Un mal común en todo el mapa español, con una media de desempleados a punto de ascender al 20% y autonomías que lo superan. Andalucía padece un 28,5%, al igual que Canarias; alrededor de un 24% en Murcia; un 23,4% en Comunidad Valenciana; y un 22,4% en Extremadura. Solo ésta última comunidad, con un mercado laboral tradicionalmente en números rojos, se escapa a la regla común del resto de zonas más afectadas por el paro, su ubicación en la costa mediterránea y el peso que en todas ellas tuvo el sector inmobiliario.

Lo que explica que en la radiografía laboral del país el grupo de las autonomías del norte, junto con Aragón, presuman de contener las estadísticas porque en sus dominios la construcción estuvo mucho más contenida que en Levante. Y es verdad. La tasa de paro en el País Vasco hasta septiembre se situó en el 9,98%; un 12,18% en Cantabria; en Navarra, del 12,47%; un 13,99% en La Rioja; un 14,29% en Asturias. Y Galicia a la cabeza porque en su caso particular al tirón que en los últimos años de la burbuja tuvo la promoción inmobiliaria se unen debilidades congénitas del mercado laboral.

La elevada especialización de los trabajadores gallegos en actividades poco productivas hace al tejido empresarial autonómico especialmente sensible a las tormentas económicas. Por el empuje de la rama de la energía, la industria vivió algo parecido a un resurgir que quedó interrumpido con el estallido de la crisis. El sector llegó a suponer casi un 19% de los ocupados y hasta una quinta parte del Producto Interior Bruto (PIB) al comienzo de la década. Unos cinco puntos más que en 1996. El peso de la industria está de nuevo alrededor de un 15%, con la destrucción de más de 47.000 puestos de trabajo en los dos últimos años. Seis de cada diez empleos perdidos en Galicia -unos 82.000- y un 22% de los ocupados que tenía la actividad en su mejor momento.

Aunque en menor medida que en otros lugares del Estado, la construcción tuvo también su época dorada en Galicia y en 2008 absorbía el 12% de los trabajadores realmente activos, con incrementos anuales disparados de hasta el 14% en su aportación a la riqueza. Hoy vuelve a generar únicamente 11 de cada 100 euros que mueve la comunidad en productos y servicios y acumula desde 2008 más de 33.000 puestos de trabajo menos, según el INE.

Sin milagro industrial, la gran ambición de toda administración, y con la construcción en plena reestructuración, el sector primario, la gran metamorfosis histórica del motor económico gallego, logra mantenerse sin apenas variaciones. Claro que en su caso ya la hubo hace mucho más tiempo. Agricultura, ganadería y pesca pasaron de tener el 26% de los trabajadores gallegos a apenas el 8% que conserva ahora. ¿Resultado? La crisis definitivamente consolida la tendencia de Galicia hacia el sector terciario, que hace 15 años absorbía el 48% de la mano de obra y actualmente ronda el 67%.

Sin productividad

Por el desequilibrio en el reparto del encaje en el PIB y el empleo, la mayoría de los sectores económicos en Galicia están muy lejos de alcanzar el nivel de productividad que deberían. Paradójicamente, el único que sí estaba por encima de la media nacional en Valor Añadido Bruto (VAB) por ocupado era la construcción. Si ese dato del conjunto del Estado lo reflejáramos en un índice de 100 puntos, la agricultura en la comunidad llega a 98,5; la industria a 92,9; y los servicios, en los que descansa la economía autonómica, a solo 91,5, lo que deja la productividad total en Galicia a más de 7 puntos de la media nacional.

La balanza está rota. Albino Prada y Santiago Lago Peñas, profesores universitarios de Economía, miembros del Consello Galego de Estatística y del Consello Económico y Social, respectivamente, alertaban del escenario en un estudio reciente sobre la evolución económica de Galicia. "El declive económico de las actividades primarias y nuestra defectiva terciarización no están compensadas por una expansión virtuosa de las actividades externas de tipo industrial y un -ya menos virtuoso- crecimiento de la demanda de empleo en el sector de la construcción".