En la encarnecida batalla previa a la fusión de las cajas fue una de las expresiones más recurridas. Como defensa entre los que apostaban por una única entidad de ahorros en la comunidad y como argumento también de los que vaticinaban un camino muy oscuro. Las convulsiones que azotaban al sector y la teoría de los gurús de que la reestructuración no hacía nada más que empezar llevaba a políticos y economistas a abanderar las reclamaciones por el mantenimiento del poder financiero gallego. Luego pasó lo que pasó con la integración de Caixanova y Caixa Galicia, plagada de más incertidumbres que seguridad, y la confirmación ayer de que el Banco Pastor se suma al baile -algo que ocurriría antes o después- apaga cualquier intento de mantener esa aspiración. Sí. Quedan el Gallego y el Etcheverría, ambos participados por NCG Banco, con lo que tienen los días contados en su cartera industrial. Un año bastó, una crisis internacional sin precedentes y muchas decisiones que el tiempo juzgará para dar un giro de 180 grados al sistema financiero gallego, reducido, de momento, a una caricatura de lo que fue.

"Solo nos queda el Pastor", comentaba hace unos días un conocido economista gallego, con cara de circunstancia ante la evidencia de que el mercado clamaba por una unión también para la entidad presidida por José María Arias Mosquera, muy dañada por el suspenso de los test de estrés pese a la emisión de convertibles que avalaban su fortaleza, pero sobre todo por la sequía de financiación y la necesidad de aprovisionar y aprovisionar ante el lastre del ladrillo. El banco, que nació del servicio de envío de remesas que creó Jaime Dalmau Batista en 1776, es un símbolo que se cae. Con él, la historia de muchísimas de las grandes empresas que hilaron la historia de una Galicia de trabajadores, emprendedores exitosos y pequeños ahorradores contenidos.

De la creación de Unión Fenosa a la impronta de la Fundación Barrié, referente de la vida cultural y social en la autonomía, con un desembolso entre 1966 y el pasado 2010 de más de 334 millones de euros.

El Pastor presumió siempre de su capacidad de crecimiento interno. La sucesión de planes estratégicos le llevó en 2007 a superar por primera vez los 200 millones de beneficios. Fue el ejercicio del antes y el después. Para él y para las dos cajas, que alcanzaron ese año beneficios récord de 401,2 millones de euros en el caso de Caixa Galicia y de casi 193 millones en el de Caixanova. Las tres entidades estaban enganchadas al ritmo del crecimiento espectacular al que se abonó todo el sector financiero español. Luego pinchó la burbuja del ladrillo, llegó el freno del negocio y la crisis global y las debilidades del trío del que en aquel momento presumían todos los poderes en la comunidad salieron a la luz.

La Xunta presentó su aspiración de fusionar las cajas precisamente por eso. Para mantener el poder financiero autóctono y evitar, como el presidente Núñez Feijóo y la conselleira Marta Fernández Currás justificaron hasta la saciedad, que ambas se "diluyeran" en grupos financieros más grandes con intereses fuera de aquí. Lo que finalmente ha ocurrido pese a la celebración del matrimonio. Novacaixagalicia tiene hoy algo menos del 7% del capital de NCG Banco después de un agresivo descuento que roza casi el 90% por parte de los auditores que el FROB contrató antes de inyectarle 2.500 millones de euros. Su futuro depende ahora del éxito en las negociaciones de su presidente, José María Castellano, con los fondos internacionales y la representación simbólica de empresarios gallegos que quieran comprar parte de las acciones que domina ahora el Estado.

El que manda. El que amenaza con trocear la entidad y venderla al mejor postor para sacar beneficio a su inversión en caso de que el accionariado no se privatice. ¿Qué ocurrirá en diciembre, cuando se prevé la entrada de socios? Si todo sale bien, parte de la presencia pública caerá en fondos internacionales. "A los que -insisten los expertos- el copyright les importa poco".

La caja lucha por arañar títulos hasta elevar su porcentaje al 15% para alimentar la diezmada obra social, con tanta relevancia para la comunidad casi como la existencia o no de una entidad de crédito. Los más de tres millones de usuarios a los que presta atención lo evidencian. Colectivos desfavorecidos, ONG, formación, la programación cultural de prácticamente todas las grandes ciudades gallegas, los centros de mayores... Su responsable, Guillermo Brea, reconocía esta semana que la actividad es hoy "insostenible". De la mano, las participadas. Además de Fenosa -por la que pasaron las tres entidades- están Adolfo Domínguez o los dos pequeños bancos que todavía sobreviven, junto a cientos de firmas pequeñas a las que ayudaron a nacer. Las cajas son casi fijas en cualquier proyecto de emprendedor que venga de la administración. Como la estrecha colaboración que la nueva Xunta tiene en los fondos del Igape para mantener el tejido industrial o el fondo de capital riesgo Crecentia durante la etapa del bipartito, donde compartían proyecto con el Pastor. "Los teléfonos suenan mucho para pedir siempre", contaba en petit comité uno de sus directivos hace unos meses, cuando se relacionó al banco con una integración con la caja fusionada para salvarla.

Bastó un año para que Galicia pasara de tener dos cajas y un banco mediano, a una entidad de ahorros bancarizada de futuro incierto y una marca comercial. Una comunidad que mueve el 4% del negocio financiero español y cuenta con una de las ratios de morosidad más bajas. La economía, definitivamente, no entiende de patriotismos.